El PRIMITIVO CLAUSTRO se construyó en los primeros años del siglo XVIII, como lo atestiguan un par de documentos: la solicitud del prior del convento-hospital al cabildo de El Puerto en 1706 de materiales para iniciar las obras del claustro y la concesión en 1709 de espacio para capilla y sepultura a Fernando Francisco Philipo “en el crucero de la capilla mayor de la iglesia inmediato a la puerta que sale al claustro”. Ruiz de Cortázar añade que pudo construirse “a expensas de D. Juan de Vizarrón”.
Es porticado, de planta rectangular y altura de tres pisos separados por entablamentos. En el piso inferior se abren diez arcos de medio punto rebajados con enjutas resaltadas y rosca tallada, que apoyan en otras tantas columnas toscanas de mármol blanco en sus cuatro frentes, actualmente aislados de los corredores mediante muretes y cristaleras. Arcos y soportes se adaptan a la planta de manera que en los frentes menores del rectángulo se alzan dos en cada uno y tres en los lados mayores. Una fuente poligonal de cerámica rehundida en su centro y restos de la escalera del púlpito de la capilla se distribuyen entre macetas sobre artísticos pedestales (FOT. 1).
Un entablamento decorado con triglifos y mútulos separa esta planta baja del segundo cuerpo que articula sus muros mediante diez balcones adintelados con jambas y dintel labrados y decorados con roleos vegetales y niños desnudos en las claves (FOT. 2). En los tímpanos de los frontones triangulares partidos se muestran representaciones de la Inmaculada Concepción (FOT. 3) y nueve santas cuyas vidas reforzaron valores como la pureza, el sacrificio y la práctica de la caridad, representaciones que han sido estudiadas por Aguayo Cobo, (“Ornamento y programa icónico…”, 2005).
Dichos balcones quedan separados por pilastras toscanas de fuste labrado con ornamentación de rosetas. Estos mismos soportes decorativos y aislantes de los vanos rectangulares recercados en cantería que se abren en sus cuatro muros se superponen en los pisos altos.
Pronto se necesitó un NUEVO PATIO para organizar y distribuir los espacios de la ampliación del convento-hospital. Ruiz de Cortázar comenta en 1764 que su obra comenzó en 1735 gracias a la donación de Andrés de la Azuela y que “su heredero fideicomisario, D. Pedro Arriaga, gastó más de 5.000 pesos en la ampliación de este hospital, añadiendo otro patio claustrado, una gran pieza de enfermería, fuente y una escalera de jaspe muy particular por su hechura”. Este segundo patio se encuentra actualmente muy transformado y sólo conserva una galería claustral con pilares sosteniendo arcos rebajados decorados con grandes pinjantes mixtilíneos (FOT. 4).
De gran categoría e interés artístico resulta la amplia ESCALERA PRINCIPAL construida en el contexto de la reforma y ampliación del hospital a lo largo del segundo tercio del siglo XVIII. Es marmórea, de planta rectangular y tres tramos con peldaños. Su caja se cubre con bóveda ovalada sobre pechinasdecorada profusamente con yeserías barrocas (FOT. 5). Las obras corrieron a cargo del maestro cantero Francisco Gainzaráin.
Los motivos ornamentales de su cubierta se reparten simétricamente por toda su superficie, incluidas las pechinas y cornisa inferior. Son muy variados, alternando los vegetales y geométricos con los figurativos y heráldicos.
Se observan guirnaldas, roleos, volutas, etc. cabezas de querubines, animales fantásticos y una representación de la Inmaculada Concepción. No faltan los yelmos con la cruz de Santiago en las esquinas y el escudo de los Arriagacon una inscripción alusiva ala familia que posibilitó la construcción de esta escalera: “SOI DE LA CASA SOLA DE ARIAGA” (FOT. 6). Asimismo, se conservan el florón de madera tallada y dorada inscrito en un óvalo central y parte de la policromía original (FOT. 5). El diseño de dichas yeserías guarda relación con talleres cordobeses, de los que salieron labores decorativas en este material para otros hospitales de la orden de San Juan de Dios.
Francisco González Luque

