Nos centramos hoy en aquellas manifestaciones artísticas que han expresado su devoción en calles y plazas de El Puerto en otras épocas en que eran más valorados, en un contexto social en el que la religión estaba presente en todas las facetas de la vida y ambientes y la práctica de sacralizar el espacio público era primordial.
Además de esta finalidad, su realización tenía en cuenta promover o potenciar su culto público, conmemorar un acontecimiento importante, proteger el entorno donde se construyen, exhibir públicamente la devoción de los propietarios de una vivienda, atestiguar la propiedad de un inmueble e incluso con una función económica añadida al disponerse junto a ellos cepillos para recaudar dinero con que sufragar su culto.
En cuanto a su iconografía, el tema hace referencia al privilegio de la Virgen María de haber sido concebida en el seno de Ana sin el pecado original con el que nacemos los descendientes de Adán y Eva, preservada por Dios de todo pecado por estar destinada a ser madre de Cristo. María se representa erguida, sobre media luna y rodeada de rayos solares, coronada de estrellas y pisando una serpiente, símbolo del mal del que María defiende a la humanidad.
Respecto a su tipología, contamos en El Puerto con varias modalidades, bien exentas (triunfos) o adosadas a superficies (esculturas, pinturas o azulejos en hornacinas o capillas). Del primer tipo conservamos el monumento en piedra erigido en 1955 en la Plaza de España a iniciativa del Apostolado de la Oración con el fin de conmemorar el primer centenario del dogma de la Inmaculada Concepción de María por el Papa Pio IX en 1854. Fusiona los elementos arquitectónicos con los escultóricos y decorativos: pedestal, pilar, columnas y hornacina soportan, elevan y encuadran –siguiendo el modelo del triunfo de Nuestra Señora del Patrocinio en la Lonja de Sevilla de1756– el motivo principal, la imagen de mármol de la Inmaculada. Fue diseñado por Vasallo, sobre un proyecto del arquitecto Barquin.
Los retablos y hornacinas concepcionistas son obras modestas que siguen un mismo esquema compositivo. Sobre una repisa de escaso vuelo o balconcillo se eleva el cuerpo principal exhibiendo la imagen devota (esculpida, pintada o en cerámica) adosada al muro o dentro de un nicho enmarcado por molduras decorativas, remate superior a base de arco, entablamento, frontón, cornisa, guardapolvo, etc. y faroles laterales para la iluminación nocturna de la imagen. De todas las modalidades contamos con ejemplos de la devoción a la Inmaculada en nuestra ciudad.
El más representativo de pinturas es el retablo que contiene un lienzo en la torre oriental del castillo de San Marcos. Se puede relacionar con las obras de reforma que se hicieron en el monumento alrededor de 1927, cuando su dueña, la condesa de Gavia, abre al culto el santuario interior para oficiar en él misa diaria. Existen testimonios gráficos desde 1934. El cuadro es una copia de la Inmaculada de Murillo conservada en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, la conocida como “Concepción grande”. Por cierto, hace años denuncié sin fruto la desaparición de uno de los faroles que flanquean este singular retablo pictórico, que continúa sin reponerse.
Otro ejemplo sería el cuadro con la Purísima en la capilla interior del Mercado de Abastos desde 1873. Ya estaba documentado en 1750, cuando se exponía en la antigua plaza de la Carnicería y después en la de las Verduras. Su anónimo pintor con influencia de la escuela barroca sevillana y el academicismo popular de aquella época representó a la Inmaculada combinando los atributos de la Virgen apocalíptica con los de los franciscanos y la presencia de uno de ellos (Fr. Felipe Moreno) arrodillado a la izquierda de María.
Las hornacinas con esculturas son nichos a modo de concavidad de poca profundidad practicados en la segunda planta de una fachada, con la imagen esculpida de la Purísima en bulto redondo y pequeño formato, modeladas en barro o piedra. Destacamos las de las portadas del convento de la Concepción (la Inmaculada franciscana actual en el acceso por calle Nevería y la desaparecida de la primitiva puerta reglar en calle Larga) y la ubicada en Placilla 6, obra esculpida y donada por Javier Tejada Prieto en 1980.
En cuanto a los azulejos, también contamos con los dos tipos básicos: el retablo, siguiendo el modelo citado, con repisa y remate superior enmarcando el panel, caso del desaparecido de la fachada lateral del palacio de Araníbar y los azulejos aislados, sin estructura ornamental rodeándolo, como el pequeño y en vías de desaparición del dintel en la casa nº 35 de la calle San Juan, y los más grandes de la Medalla Milagrosa del colegio Santa Luisa de Marillac y parroquia homónima.
Finalizamos haciendo una llamada de atención a su necesidad de conservación. Son manifestaciones de religiosidad popular callejera que deben ser valorados y protegidos, para evitar su deterioro o desaparición.
Me preocupa sobre todo el azulejo de la calle san Juan, muy deteriorado ya en una casa que amenaza ruina (visibles las pérdidas de esmalte, grietas y desgastes) y confío en que no acabe perdiéndose porque por su elevada calidad artística y deficiente estado merece ser rescatado de su abandono. Y lamento profundamente la desaparición, como otros muchos, del adosado al muro lateral del palacio de Araníbar tras la reforma del edificio en los años ochenta del siglo XX.
Francisco González Luque