En los números 1 y 3 de la calle Pagador, actual sede del Museo Arqueológico y de la Academia de Santa Cecilia, se encuentra el Palacio de la Familia Álvarez Pimentel, más conocido por el nombre de la última propietaria, la marquesa de Candia. En su fachada, realizada en 1782, hay toda una serie de relieves de gran interés, unos de los cuales son a los que prestaremos atención ahora: la lucha del águila y la serpiente.
La lucha entre el águila y la serpiente, por las especiales características que presentan ambos animales, supone un motivo iconográfico muy habitual dentro del arte, pudiéndose encontrar escenas de este tipo ya en el arte clásico. Sin embargo, dadas las connotaciones morales que adquieren en el cristianismo, esta lucha, esta confrontación, adquiere un simbolismo muy específico.
La serpiente, dado el papel fundamental que adquiere en la caída de Adán y Eva, incitándolos a la desobediencia y causando la consiguiente expulsión del Paraíso, simboliza, desde los primeros tiempos, la imagen del Mal, identificándose con el Maligno, con el demonio y sus consecuencias, el pecado. Incluso en el texto apocalíptico, la serpiente es la personificación de Satán, que habrá de ser aplastado por la mujer, por la Virgen.
Por el contrario, el águila, por su poder ascendente y por su capacidad, según las leyendas medievales, de poder elevarse a mayor altura que ninguna otra ave y poder mirar directamente al sol, simboliza, según los contextos, bien al propio Cristo, o bien el alma humana, que asciende hacia las alturas por medio de la oración.
En el palacio de la Familia Álvarez Pimentel este grupo de águila y serpiente se repite en las dos portadas, aunque en actitudes diferentes. En ambos casos el significado es muy parecido: la lucha entre el Bien y el Mal, entre la Virtud y el Vicio, pero mientras que en la portada secundaria la lucha se desarrolla en el suelo, en tierra, en la portada principal la lucha tiene lugar en pleno vuelo. Si en la primera se significa la lucha del ser humano con sus pasiones, en la segunda, por medio de la oración, el alma se eleva venciendo al reptil, que cuelga exánime de las garras del ave.
Básicamente se quiere simbolizar mediante este grupo la lucha entre el Bien y el Mal, en la cual la victoria siempre ha de estar del lado del ave, que por medio de sus alas se elevará a las alturas, hasta la contemplación de Dios.
Antonio Aguayo