En un movimiento que podría parecer un avance hacia la sostenibilidad y el respeto al espacio público, el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María ha lanzado una campaña destinada a «devolver las aceras a los peatones». El objetivo parece claro. Se trata de abordar problemas, como la invasión de vehículos mal estacionados, o cualquier obstáculo que comprometa el tránsito peatonal. Sin embargo, un detalle sobresaliente ha encendido la indignación de muchos ciudadanos. La campaña ignora por completo uno de los mayores problemas en las aceras de la ciudad: la ocupación desmedida por parte de los establecimientos de hostelería.
Es innegable que, bares, restaurantes y cafeterías son un motor económico esencial para El Puerto. Pero esa importancia no debe justificar el monopolio de los espacios públicos. Muchas calles y plazas de la ciudad presentan un panorama repetido: terrazas que se extienden hasta el último centímetro disponible, dejando a los peatones esquivando mesas, sillas y sombrillas. En algunos casos, las aceras quedan reducidas a estrechos pasillos en los que apenas cabe una persona, lo que genera conflictos, especialmente para personas con movilidad reducida, padres con carritos de bebé o ciudadanos mayores.
La paradoja es evidente. Mientras el Ayuntamiento se esfuerza en señalar a otros causantes de la invasión de las aceras, parece cerrar los ojos ante la responsabilidad de un sector que, en muchos casos, actúa con la permisividad de las autoridades locales. Esto no solo afecta al derecho de los peatones a circular libremente, sino que también genera una percepción de desigualdad con otros sectores que cumplen estrictamente con las normativas municipales. Ello, plantea una pregunta inevitable: ¿es esta campaña un gesto sincero?
Este problema no es exclusivo de El Puerto, pero en esta ciudad adquiere una relevancia particular debido a su importancia turística. La presión para mantener una imagen “amable y abierta» a los visitantes, a menudo, se traduce en concesiones excesivas para el sector, sin evaluar el impacto en la calidad de vida de los residentes.
Un discurso inclusivo sobre el espacio público debería tener en cuenta a todos los actores. En este caso, la omisión de la hostelería en la campaña, deja fuera a un gran número de ciudadanos cuya experiencia diaria está marcada por las dificultades de transitar por aceras ocupadas. Desde asociaciones de vecinos, hasta colectivos de personas con movilidad reducida, las críticas son constantes. Sin embargo, sus demandas parecen diluirse.
La campaña «tan absurdo como aparcar en la acera” tiene un buen potencial, pero para ser creíble debe ser integral. Esto implica abordar no solo los problemas evidentes como el mal estacionamiento de vehículos, sino también los más «incómodos», como la regulación de las terrazas de hostelería. Un espacio público bien gestionado debe garantizar que sea accesible y funcional para todos.
Al Ayuntamiento de El Puerto se le presenta una oportunidad para liderar con el ejemplo y demostrar que, su compromiso con los peatones no es solo un eslogan. Escuchar a los ciudadanos, reforzar la aplicación de las normativas existentes y promover un equilibrio justo entre el uso económico y social del espacio público, son pasos imprescindibles para que esta campaña, no sea vista como una promesa vacía, sino como un cambio real y tangible.
En última instancia, el desafío es claro: devolver las aceras a quienes pertenecen por derecho, y eso incluye enfrentar todas las invasiones, sin excepciones. Solo entonces podrá hablarse de una verdadera recuperación del espacio urbano con “aceras libres, ciudad segura”. –
A. Leal Jiménez



