El vandalismo contra el patrimonio es un problema recurrente que afecta tanto a los edificios históricos como a otros monumentos de valor cultural y arquitectónico.
A pesar de ser considerado como un delito menor, sus implicaciones sociales, económicas y psicológicas, son profundas, por cuanto no solo supone una pérdida del valor cultural e histórico, sino que también implica un coste económico significativo para la comunidad.
Algunos factores agravan el efecto del vandalismo son:
– La escasa sensibilidad ciudadana por conservar el patrimonio, cuando los ciudadanos no se sienten vinculados emocional o históricamente a esos espacios y no ven la importancia de preservarlos.
– También el deterioro y abandono de los espacios públicos y privados por la falta de atención del Ayuntamiento o de los propietarios, atrae e incrementa las acciones de vandalismo. Los espacios con suciedad, mala iluminación y degradación urbana lo favorecen como efecto llamada. Tenemos algunos ejemplos reiterativos como el parque de la Victoria o el monumento a Pedro Muñoz Seca y su entorno. Estas imágenes de desidia e incivismo es lo que captan muchos jóvenes un recuerdo y una invitación, porque una vez que se tira o se rompe ya se puede hacer muchas veces.
– También el turismo masivo y sin controles, la falta de autoridad y permisibilidad en la ocupación de los espacios públicos, en los horarios y en la emisión de ruidos. La ingestión de bebidas o la adopción de comportamientos gamberros grupales favorecen los actos de vandalismo.
Las consecuencias del vandalismo contra el patrimonio son múltiples y afectan no solo a los elementos dañados, sino a toda la sociedad portuense. Entre las más importantes, podemos destacar: la pérdida irreparable de valor histórico y cultural, deterioro de la imagen urbana que evoca una sensación de abandono y decadencia con los consiguientes efectos económicos y destrucción de la identidad colectiva. La destrucción de estos símbolos afecta la memoria colectiva y debilita el sentido de pertenencia y orgullo en los ciudadanos portuenses. El daño repetido genera una sensación de impotencia, alienación y pérdida de identidad comunitaria.
Es necesario desarrollar una estrategia para mitigar la incidencia del vandalismo en El Puerto, una combinación de medidas preventivas y punitivas, enfocadas tanto en abordar las causas subyacentes como en reforzar las normas de convivencia.
Algunas estrategias efectivas pudieran ser: educación y sensibilización, programas educativos en escuelas y campañas de concienciación pública, mayor vigilancia y control con la imposición de multas, trabajos comunitarios o reparaciones de los daños. Impulso a la participación comunitaria.
Mejora del diseño urbano, de las infraestructuras y calidad de los servicios públicos: estos factores también juegan un papel clave en la prevención del vandalismo. Iluminar adecuadamente las calles, mejorar la limpieza, aumentar la presencia de espacios recreativos y culturales, fomentar la habitabilidad y el sentido de pertenencia, son factores que contribuyen a que El Puerto sea considerado como una ciudad más habitable y segura. –
Antonio Leal Jiménez