La ciudad de los 15 minutos es una ciudad tranquila. Es acogedora y enriquece nuestra vida. Es una ciudad a escala humana, orientada a las personas —no a los coches—, que se puede pasear de un extremo al otro en esos quince-veinte minutos que le dan el nombre.
Es una ciudad de la cercanía, que fomenta la comunicación, los encuentros, las relaciones humanas. Es una ciudad —o un barrio— en el que hay diversidad de personas —no gentrificada— y de servicios —no enfocado solamente en el turismo, por poner un fácil ejemplo—. Es una ciudad —o un barrio— en la que se puede tener acceso a los servicios básicos (alimentación, cultura, salud, educación…) en menos de 15 minutos… caminando.
Es un espacio urbano que apetece habitar. Caminar la ciudad es una forma de mejorar la salud en todos sus aspectos; en el físico, en el cognitivo — se estimula la neurogénesis y la creatividad, se mejora la memoria… —, y en el emocional — te encuentras con la gente, lo que un amigo llamaba los encuentros inesperados—. Al pasear la ciudad, te paras y miras, y se multiplican los intercambios — entre ellos, los comerciales—.
La visión que se propone en el concepto Ciudad de los 15 minutos tiene un enfoque sistémico, es decir, la ciudad como algo complejo, con múltiples dimensiones: movilidad —y movilidad infantil—, seguridad, vivienda, servicios, patrimonio, salud, medio ambiente, educación…; y con múltiples agentes involucrados (vecinos, comerciantes, turistas, ayuntamiento, conductores…). Todo interrelacionado. Un problema complejo, que necesita ser bien entendido.
Pontevedra, bella ciudad de tamaño medio (65.000 habitantes), lleva desde 1999 cambiando su modelo de ciudad. Pasó de ser casi una carretera que pasaba por el centro histórico a una ciudad para pasear. Pero hay otras ciudades de mucho más tamaño -París, Melbourne, Portland, Viena…- que exploran las ventajas de la ciudad de los 15 minutos. En España, además de Pontevedra, se hacen experiencias en Vitoria, Valencia, Alfaro (10.000 habitantes) …
¿Qué puede aportar un Centro Histórico (CH) a este modelo de ciudad? En primer lugar, sus dimensiones. Los CCHH son barrios de 15 minutos. Pero, además, aportan algo vital para todos nosotros: la identidad. Son la memoria de las ciudades. ¿Qué somos sin memoria? Los centros históricos nos alimentan con el valor de su pasado, que es un bello y rico relato. Y a las personas nos gustan —más bien necesitamos— los relatos desde el principio de los tiempos —¿por qué si no, la Ilíada, la Odisea…? —. Esas historias nos enriquecen la vida.
En los centros históricos los ciudadanos nos sentimos solidariamente arropados por lo que otros conciudadanos en tiempos pasados dejaron. Por su huella. Pura emoción, puro agradecimiento. La memoria colectiva visibilizada. Como escribió Javier Marías “…el espacio es el depositario del tiempo, del tiempo ido, que todavía flota en los lugares mientras éstos se conservan, sean una habitación o una casa, una calle, una plaza o una ciudad.”
Joaquín Moreno Marchal