En el barrio de San Mateo, en su Plaza del Mercado, está el Museo Arqueológico de Jerez. Visitamos el museo de la mano y del conocimiento de Rosalía González, su directora durante tantos años, en una actividad organizada por BETILO para sus socios.
Antes de entrar, Rosalía nos introdujo en la historia del barrio. San Mateo es uno de los más antiguos, y desconocidos de Jerez. Espectacular la fachada renacentista del palacio de Riquelme, en la misma plaza del Mercado. Y que decir de la ventana esquinera del palacio de los Ponce de León, y de la propia plaza del Mercado, llena de luz, amplia y sosegada.
Ya en el Museo, hicimos un soberbio viaje por 600.000 años de historia a través de trece de sus piezas más emblemáticas (todas procedentes del término de Jerez), en tres tramos fundamentales: Jerez antes de Jerez, Madinat Sharish y Xerez de la Frontera.
En Jerez antes de Jerez recorrimos el tenaz esfuerzo de los humanos para perfeccionar sus instrumentos líticos —simple y a la vez emocionante un pico triédrico de piedra del Paleolítico Inferior—. Casi seiscientos mil años para perfeccionar un hacha de piedra bifaz. Pero ya con representaciones gráficas en las paredes de las cuevas y abrigos. Del hombre cazador-recolector (todavía hay tribus cazadoras-recolectoras en África) hasta la invención de la agricultura, el asentamiento en poblados, la necesidad de almacenar lo obtenido, la cerámica en fin —admirable el vaso neolítico decorado—. Después, la protohistoria, Tartesos, la influencia fenicia, el torno…. Y el alfabeto, el pensamiento simbólico. Porque “una vez que se representa, ya se puede representar de otra manera” (Ohlsson, S, Deep Learning, Cambridge, 2011); y a partir de ahí, la aceleración en la evolución humana. Hay piezas excepcionales, como el casco griego del Guadalete (s VII a. C.), el más antiguo del mediterráneo occidental; o esa prodigiosa cabeza-retrato de romano anciano, con toda la experiencia de los años esculpida en su rostro.
Madinat Sharish es la historia islámica de Jerez. Ciudad de muchas mezquitas. Ciudad abrigo y, poco a poco, abigarrada con las gentes que huían de Córdoba, de Sevilla…tras las Navas de Tolosa. La ciudad pre-almohade y la doblemente amurallada de los almohades. La ciudad de las cuatro puertas en codo; la de las “Maqâbir”—cementerios—para sus muertos, la de la cerámica del verde y del manganeso y de los estampillados.
Xerez de la Frontera, es la modernidad de Jerez. La importancia del Renacimiento, de los intercambios con Inglaterra —recordemos el cotizado relieve inglés de alabastro del s. XV—. La ciudad de los palacios barrocos y del gusto por las modas e influencias de otros países (Italia, Holanda…). También está representada la división social de la época: los nobles, el clero, los ciudadanos llanos. Especialmente atractiva es la combinación de obras maestras de la pintura del XVII, con objetos cerámicos (jarras, cántaros…) que están físicamente expuestos en combinaciones semejantes a las pintadas.
Pocas ciudades pueden presentar una riqueza arqueológica semejante, tan dilatada en el tiempo y tan variada. Estos días, además, el museo acoge —“Dentro del Museo”— una extraordinaria exposición Los Paisajes de la Arqueología. El arte contemporáneo —artistas jerezanos— dialogando con las piezas producto de la historia. La creación humana que no cesa. No se la pierdan.
Rosalía nos comentó al presentarnos el Museo, que su interés cuando lo dirigía era que el museo fuera un preámbulo para entender mejor la ciudad y sus gentes. Tras la visita, tras esa inmersión en la rica y amplia historia de Jerez, volvimos al barrio y al resto de la ciudad. Y, efectivamente, al pasearla nuestra mirada era distinta, la ciudad era otra. Ahora ya la veíamos repleta de nuevos significados. El Museo había hecho bien su trabajo.
Joaquín Moreno Marchal