El estado de conservación en que se encuentra el Arco de la Trinidad es lamentable. Por desidia y abandono, hasta el cartel-rótulo situado a la izquierda de la cara principal del arco en la Plaza de los Jazmines se encuentra tan deteriorado que ni puede leerse bien su información.
Un análisis técnico mas especifico de patologías y estado de conservación ha sido elaborado por el arquitecto técnico Antonio Moreno Basallote, a quien agradecemos encarecidamente su colaboración. En el mismo se indica lo siguiente:
– En el Arco de la Trinidad coexisten dos materiales fundamentales: la piedra de las canteras de la Sierra de San Cristóbal (calcarenitas) y el ladrillo cerámico cocido. Los elementos pétreos conforman las pilastras, el arco propiamente dicho y la mayor parte del frontispicio de remate. La piedra viene sufriendo agresiones y alteraciones durante años, debido a los agentes atmosféricos, agravado en este caso al ser un material que no destaca por su alta resistencia y de gran porosidad. Y el ladrillo está presente en la fábrica que cierra la hornacina y en la que se apoyan las figuras que esta acoge. Además, la cantería se ha protegido con revestimiento continuo en el trasdós del remate.
– En cuanto a las patologías actuales, destacamos la alarmante pérdida de volúmenes y de formas de las piezas y la preocupante merma del material de relleno de las juntas y por tanto de cohesión y unión también con el conjunto del arco, con lo que supone la presencia de espacios que propician otras acciones perjudiciales. También se aprecia la modificación de las dimensiones y sistema adecuados con que se colocaron las piedras para su correcto funcionamiento. Las juntas abiertas y vacías disminuyen las condiciones de trabajo y capacidad portante del conjunto.
– Por otra parte, las superficies revestidas se hallan en muy mal estado, con desprendimientos, parches e incluso pérdidas. Obviamente, con estas faltas la función de protección de los revestimientos no se cumple y queda a la intemperie la fábrica de ladrillo con el consiguiente deterioro, pérdida de capacidad portante y estabilidad. Incluso en las superficies en que permanece, tras su natural desgaste ha visto reducidos su espesor y propiedades.
– Se aprecia igualmente presencia de líquenes sobre la superficie y la destrucción producida por la acción biológica, con algunos matorrales crecidos entre las piedras, cuyas raíces a su vez abren más las juntas. Esta misma acción se ha producido por detritus, en este caso de aves, y posiblemente, como consecuencia de las acciones descritas, por algunas bacterias perjudiciales para la piedra.
– Con un carácter ajeno a los propios materiales, existen en el monumento restos de instalaciones previas, un soporte de hierro en la cara trasera del remate, una tacilla fijada en el frontal… Se comprueba asimismo la desaparición, traumática, de uno de los dos jarrones (el izquierdo) que, situados sobre los capiteles de cada una de las pilastras, coronan lateralmente el conjunto.
– Los daños existentes pueden clasificarse en: alteración del relieve, desintegración granular, disolución, depósitos, biocostras, eflorescencias, alteraciones cromáticas y otras agresiones. Nos encontramos por tanto ante un elemento patrimonial notablemente deteriorado y degradado, necesitando una restauración integra.
El hecho de que haya perdido uno de los significados primitivos y de que el mérito artístico del relieve resulte de escasa calidad escultórica, no justifica su deterioro o desaparición, como tristemente ha venido ocurriendo en fechas recientes con otros elementos singulares de nuestro patrimonio. La importancia de su conservación vendría avalada por otra serie de valores históricos, estéticos, urbanísticos y ambientales, además del compromiso social de legar a generaciones futuras ese testimonio de nuestro pasado.
Francisco González Luque
