El claustro, pieza fundamental del conjunto monástico y único espacio abierto (FOT. 1), es en palabras de H. Sancho (Historia de El Puerto… 2017, 273) de gran armonía elegancia y buen gusto, siendo una de las mas bellas obras del barroco en la Bahía.
Situado junto a la iglesia (FOT.2), con la que hubo de tener un paso de comunicación, a su alrededor se distribuían las distintas dependencias en las que se desarrollaba la vida monacal.
En su origen tuvo dos plantas (FOT. 3), la inferior con cuatro galerías abiertas al patio por arcos de medio punto apeados sobre columnas toscanas y la superior con balcones adintelados flanqueados por pilastras almohadilladas.
El acceso al claustro alto se realiza a través de una escalera, abierta en uno de los laterales del patio, que nuestro insigne historiador (p.273) calificó de elegante y bien entendida con techo plano y decoración de yeserías, pero que en la actualidad está completamente transformada.
La arquería del claustro bajo se encuentra decorada con cabezas a modo de grotescas máscaras que ocupan las claves de todos los arcos (FOT. 4), excepto los centrales de cada crujía, donde se sitúan los escudos de distintas Órdenes mendicantes (dominicos (este), franciscanos (sur), benedictinos o cartujos (oeste) y mínimos (norte). Por su parte las enjutas están decoradas con roleos vegetales que recuerdan cabezas de monstruos (FOT. 5).
Todas las máscaras, representaciones simbólicas mas o menos explicitas de vicios o pecados, han sido analizadas por el Dr. Aguayo Cobo (Rev. de Hist. de El Puerto, 39, 2007) quien considera que su emplazamiento en el patio claustral no es aleatorio y responden a un programa iconográfico preciso.
Aunque el claustro tiene orientación NE-SO, anómala desde el punto de vista litúrgico ya que el convento tuvo que adaptarse a un espacio previo, sus lados tienen un simbolismo asociado a los cuatro puntos cardinales. De esta manera el lateral frontero a la calle Santo Domingo, correspondería con el ESTE, el lado del sol, de la luz y en las edades del hombre la infancia. Aquí se representan la Estupidez, la Ignorancia (mujer con las cuencas vacías demostrando su ceguera) (FOT. 6), la Necedad (rostro con sonrisa estúpida y cofia partida en dos) (FOT.6) y la Estulticia (idiotez).
En el SUR, hacia la calle San Bartolomé, están representados aquellos vicios propios del hombre cuando se halla pletórico de vida y de fuerza: la Seducción (pantera), la Envidia (perro) (FOT. 7), la Libidinosidad (rebeco) (FOT. 7) y la Lujuria (la cabra).
Al NORTE, el lado del frio, situado junto a la iglesia, es en su correspondencia con las edades del hombre, la Vejez, la Senectud y consecuentemente, la muerte. Los vicios representados en este caso son: el Esclavo de sus sentidos (mono), la Ira (oso) (FOT. 8), la Gula (cerdo) (FOT.8), y la Maledicencia (figura de ojos hundidos).
Por último, en el OESTE, por donde se pone el sol, es el lado de la oscuridad, en el que está situado el Hades, el Infierno. Aquí se representan el Terror (grandes orejas semejantes a las de un asno), el Espanto (FOT. 9), el Condenado (rostro de apariencia humana y aspecto lloroso) (FOT. 9) y el Daño (rostro de animal con grandes orejas de rata)
El mensaje contenido es estas figuras para Aguayo Cobo es la advertencia lanzada a los miembros de la Orden, que se encontraban en el convento preparándose para su misión evangelizadora, del valor que tiene el estudio para poder hacer frente a las tentaciones del demonio. El mayor enemigo para el hombre es la ignorancia, y sobre todo el ocio, pues este es el causante de todos los pecados.
R.G.R.











