Desde la fundación en 1517 del monasterio de San Francisco en El Puerto hasta los escasos vestigios de aquel pasado franciscano en la actual parroquia de jesuitas, el conjunto conventual ha pasado por múltiples vicisitudes históricas. Actualmente, repartidas por naves y capillas de su transformada iglesia, se conserva un extraordinario patrimonio artístico de gran riqueza y variedad. A este hay que añadir las interesantes piezas custodiadas en el recientemente habilitado museo litúrgico.
Primera etapa: segunda mitad del siglo XVI-1620
El primitivo convento de San Francisco se funda extramuros junto a una ermita en 1517 gracias al patrocinio del duque de Medinaceli y su humilde fábrica avanzó lentamente dependiendo del incremento de ingresos por donaciones testamentarias de devotos, venta de capillas a benefactores o cofradías y limosnas del cabildo desde fines del siglo XVI. Unos de los primeros testimonios gráficos los encontramos en los dibujos que Wyngaerde dedica a El Puerto en 1567, donde ya se reflejaba esta originaria construcción conventual.
En esta primera etapa trabajaron como maestros de obras los arquitectos Pedro Díaz de Palacios, Alonso de Vandelvira, Martín Rodríguez de Castro y el cantero Cristóbal de Liébana.
Segunda etapa: 1660-1690
En el XVII finalizan las obras de construcción de las capillas laterales. La mayoría de ellas eran funerarias y se levantan conforme se fundan cofradías: las de San Antonio, por portugueses, la de San Diego de Alcalá, Consolación, Concepción y la Orden Tercera, con el marqués de la Laguna como impulsor. En otras se entierran benefactores (ilustres y ricas familias de nobles y burgueses comerciantes como Araníbar, militares como Mancheño, notarios, presbíteros, etc.).
Tercera etapa: primera mitad del XVIII
En el siglo XVIII se impartía en el convento Filosofía y Artes, se reedifica la capilla mayor a costa de prolongar la nave de la iglesia y se construye un ábside exento muy desarrollado que más tarde se cubriría con magnífico retablo. Cabe destacar también en esta centuria el incremento de la devoción a Jesús de los Afligidos y su procesión con una Dolorosa incorporada a sus cultos. El número de franciscanos se incrementa (llegan a sesenta en algunas fechas) y los ingresos crecen por limosnas de particulares, memorias testamentarias y venta de nuevas sepulturas a bienhechores.
Cuarta etapa: S. XIX. De franciscanos a jesuitas (1836-1866)
En el siglo XIX destacan los siguientes hechos: desamortización y exclaustración de franciscanos (desde 1835), incorporación de jesuitas, transformación del convento entre 1864-67 a cargo de Balbino Marrón y construcción del colegio de San Luis, urbanización de la plaza del Ave María, expulsión (1868) y vuelta (1875) de la Compañía de Jesús, cambios en la iglesia y derrumbe de la torre (1879).
Quinta etapa: desde siglo XX. Nuevas reformas
En el XX se instala un Noviciado jesuita (1924), estos vuelven a ser expulsados (1932) para retornar definitivamente en 1938, continuar con funciones docentes y hacerse cargo de la ya transformada iglesia. El resto es bien conocido por más reciente: venta de terrenos de la amplia huerta, remodelación y ampliación del colegio (la parte noble, con fachada a la plaza del Ave María, de propiedad municipal y adaptación a dependencias del Ayuntamiento), reformas en el templo y conversión en parroquia a cargo de jesuitas en 1985. Finalmente, entre 2002 y 2006, nuevas obras habilitan la capilla del Sagrario, se restaura el presbiterio, incluido el retablo mayor, y se coloca un campanario sobre el remate del ábside. –
Francisco González Luque