Nos enseña la historia de El Puerto que, por cesión o vasallaje del alguacil musulmán de Jerez, el lugar al-Qanatir fue entregado en 1261 o 1264, según autores, al dominio del Rey Alfonso X de Castilla. Era al-Qanatir un territorio que comprendía diversas alquerías tanto en la ribera del Guadalete y en la línea de costa como hacia la campiña interior.
Siendo entonces un modesto lugar, el rey Alfonso X mostró gran predilección por él y devoción a la virgen Santa María de El Puerto, y también debió quizás pesar en ello su interés, a través de la creación de la Orden Militar de Santa María de España, de organizar una marina castellana que guardara las costas andaluzas, para lo cual este enclave en la desembocadura del río ofrecía las mejores condiciones. Y a dicha Orden de Santa María le encomendó sus cuatro monasterios y entre ellos el santuario de Santa María de El Puerto (hoy Castillo de San Marcos) nombre que por aclamación popular y aprobación del Rey fue dado al enclave antes conocido como al-Qanatir.
Nos podemos imaginar en época medieval este lugar: el santuario-fortaleza y el caserío circundante a una distancia prudencial del río que entonces carecía de cualquier encauzamiento y su ribera estaba sometida tanto a las grandes crecidas por las mareas vivas de la bahía como a las salvajes avenidas que, sin presas ni obstáculo alguno en su curso, recogía las lluvias de toda la cuenca desde la Sierra de Grazalema hasta su desembocadura.
Imaginamos por tanto esta zona de la ribera del Guadalete como una amplia franja de sedimentos y arenales. A partir del largo proceso de encauzamiento, esta zona se fue transformando en un espacio urbano, ganado al agua, primero mediante sencillos embarcaderos y posteriormente con el muelle Diagonal y sucesivas obras portuarias. La Pescadería se transformó entonces en un espacio clave para la ciudad, en el centro de la vida comercial, marítima y pesquera.
F.J.R.