Cuando se cumple el 825 aniversario de la aprobación de la Orden del Espíritu Santo y la consiguiente declaración de Año Jubilar 2023-24 traemos a nuestra página una aproximación histórica y artística del monasterio más antiguo (y también más castigado) de El Puerto de Santa María (FOT. 1).
Esta orden hospitalaria, fundada por Guido de Montpellier, se instaló en la ciudad a finales del siglo XV junto a la ermita de san Blas y el hospital de San Telmo. Desde un principio destacaron sus labores sociales y benéficas como atender enfermos y enterrar a gente del mar (FOT. 2).
El monasterio sufrió diversas reformas, transformaciones y ampliaciones a lo largo del tiempo tras superar estragos de invasiones (la anglo-holandesa de 1702 y la francesa de 1810), inundaciones, expolios y pérdida de propiedades con la desamortización en 1836. La historia más reciente, incluida la cesión de espacios para otros fines, parte de la profunda reforma del edificio a mediados del siglo XIX. En la actualidad las dieciséis religiosas que integran la comunidad, muchas de ellas procedentes de otras nacionalidades y conventos, compatibilizan la vida contemplativa y la activa con la elaboración de productos de repostería y labores artesanales para obtener ingresos que les permitan vivir y repartir recursos entre necesitados de El Puerto. Por esta labor asistencial y benéfica recibió en 2020 la medalla de oro de la ciudad.
Tras las sucesivas reconstrucciones acaecidas en el monasterio se conservan escasos restos del antiguo edificio, como el campanario del hospital de San Telmo (FOT. 3) y vestigios de la ermita de San Blas (fragmento de su portada y cubierta) (FOT. 4).
Del exterior destacan las fachadas de la iglesia: dos portadas gemelas barrocas del muro de la epístola, hoy cegadas (FOT. 5) y la neoclásica, de mediados del siglo XIX, convertida en actual acceso tras eliminarse el coro bajo (FOT 6).
El interior del templo comprende nave única cubierta con bóveda de cañón y lunetos reforzada por arcos fajones que apean en pilares adosados a los muros, capilla mayor elevada y doble coro (el bajo transformado en tránsito de entrada desde la calle) en la zona de los pies (FOT. 7 y 8).
La planta del monasterio obedece a las sucesivas reconstrucciones y reformas a lo largo de su dilatada historia de supervivencia, ofreciendo su actual distribución un sentido funcional sin perder la fisonomía y disposición tradicional en estas estructuras conventuales (FOT. 9).
Francisco González Luque