Los inicios del negocio de la bodega de José María Pico debieron ser fulgurantes, porque entre los años 1838 y 1843 figura en el quinto lugar en el pago del subsidio industrial y de comercio municipal en el apartado de extractores, detrás de los grandes bodegueros locales: Juan Guillermo Burdon, Manuel Moreno de Mora, Tomás Osborne y Guillermo Oldham. Por ello llegó a arrendar la bodega que se encuentra frente a la suya al otro lado de la calle Sol (actual Ximénez Sandoval). Prueba de ello es que en el año 1853 José M. Pico dirigió un escrito al Ayuntamiento solicitando autorización para abrir puertas de comunicación entre ambas bodegas.
Pero con el paso del tiempo la bodega comenzó un lento declive porque en 1856 ya ocupaba el décimo puesto en las estadísticas de los exportadores de vinos de El Puerto y en 1868 la decimoctava posición.
A su muerte en 1879 la bodega la heredó su hijo Manuel Pico Lobo que mantuvo la actividad de la bodega y participó en numerosas exposiciones internacionales como la de Viena de 1873 y la de Filadelfia en 1876 y la del Cabo de Buena Esperanza en 1905 donde los vinos de esta bodega obtuvieron reconocimientos y medallas de mérito.
La bodega Pico tenía dos marcas de vino llamadas La Rabia y Felipona que son el nombre de dos viñas del pago de Balbaína de las que es de suponer serían propietarios; en aquellos tiempos era costumbre usar como marca el nombre de la viña de la que procedía el vino, como es el caso de El Caribe y la bodega portuense Sancho.
Por razones que desconocemos Manuel Pico Lobo vendió uno de los cascos de la bodega a Pedro González y Telmo Villar Hernaez en 1907.
Hay constancia del mantenimiento de la actividad de la bodega al menos hasta el año 1921 en que Manuel Pico Lobo aparece en la relación de bodegas inscritas en la Asociación Gremial de Criadores y Exportadores de Vinos de Jerez. Parece que el segundo casco de bodega se vendió a Roberto Osborne Guezala a finales de los años 20. Su hijo Manuel Pico Ferrer debió continuar elaborando vino bajo la marca Manuel P: F. Lobo, aunque parece que fue el último miembro de esta conocida familia portuense en hacerlo.
Como era muy frecuente en la época, la bodega también producía licores de diferentes tipos, y desde 1905 tenía registrada la marca anís Sota de Bastos y desde 1924 Cacao Pico.
El apellido Pico no se ha mantenido en la memoria de los portuenses asociado a la bodega que construyó el fundador de la saga José María Pico Jiménez y a la elaboración de vino, sino al licor de cacao de una calidad extraordinaria que empezó a elaborar su hijo Manuel Pico Lobo y que se suele consumir en nuestra ciudad sobre todo en navidades. Posteriormente su nieto Federico Pico Ferrer lo vendió a las bodegas Fernando A de Terry y estos a la familia Merello que mantienen la propiedad en la actualidad.
Los dos cascos de la bodega fueron comprados por Pedro Domecq y posteriormente por la bodega Miguel M. Gómez, que renombró la bodega como Alameda, que era el nombre de uno de sus vinos. Los socios de esta bodega, las familias de origen gaditano Gómez y Lacave, conservan la propiedad en la actualidad y la tienen alquilada y convertida en un local de eventos y celebraciones.
En el Peprichye esta bodega está catalogada como Nivel III de Protección Estructural otorgado a edificios de valores significativos de entidad, cuya composición permite modificaciones parciales sin alteración de los mencionados valores, conservando siempre fachada y elementos estructurales.
El autor agradece la información aportada por Ana Becerra Fabra, directora del archivo histórico municipal, Manuel Pico Ruiz-Calderón, Camilo González Selma y Antonio Gutiérrez Ruiz
Juan Gómez Benítez