En este artículo se relatan los cambios de propiedad que hubo en este conjunto de bodegas a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Estos cambios fueron acelerados por la crisis del Jerez en el mercado británico y la llegada de la filoxera que obligó a replantar el viñedo, lo que produjo la ruina de muchas bodegas. Este período de la vinatería portuense está muy poco documentado y la información disponible es fragmentaria, lo que impide una descripción detallada.
Después del fallecimiento de Francisco X. Harmony en 1850 sin descendencia, la sociedad pasó a ser dirigida por su viuda y posteriormente por sus sobrinos. La sociedad Sobrinos de la Viuda de X. Harmony estaba formada por Pedro Hernández Carrera, Julián Carrera Hernández, y José María Arvilla Colom y se mantuvo hasta 1906 en que se disolvió la empresa y debieron repartir las bodegas en circunstancias que no conocemos. José Arvilla recibió, desconocemos las circunstancias, las bodegas de la acera norte de la calle Valdés. La Guía Oficial de El Puerto de Ramón Ameneiro fechada en 1902 ofrece una detallada información de las bodegas existentes en ese momento en nuestra ciudad.
Previamente, Fernando A. Terry Carrera nieto de Carlos Carrera Laborde, constructor de las bodegas, se había hecho, no sabemos si por herencia o compra, con las bodegas de la acera sur de la calle Valdés (actuales Bodegas 501 y El Alambique). A partir de 1883 dio un gran impulso a la empresa decidiendo seguir la senda de la elaboración de brandy (entonces todavía se llamaba cognac) que había iniciado en 1874 Pedro Domecq Loustau en Jerez. Para ello, importó de Inglaterra un alambique para destilar el alcohol necesario para su producción y estableció en esa bodega sus instalaciones de elaboración, envejecimiento y embotellado.
A partir de 1901 las botellas de brandy de Terry se empezaron a cubrir con una malla de seda de diferentes colores según el tipo de brandy. Esta era confeccionada de forma artesanal por mujeres portuenses, conocidas como malleras, para las que constituía una apreciable ayuda económica. Estas se solían reunir en los patios de las casas para confeccionar las mallas cuyo ancho entre nudos se medía con un billete tren de los de entonces.
En 1938 Fernando Terry del Cuvillo, hijo de Fernando Terry Carrera, adquirió las bodegas y viviendas de la calle Santísima Trinidad y comenzó a trasladar allí la producción. Sus hermanos Carlos y Javier Terry del Cuvillo se desgajaron de la empresa matriz a principios de los años 60 y se instalaron en las antiguas bodegas de la calle Valdés, registrando la conocida marca brandy 501. En el año 1993 la empresa fue vendida a un grupo de inversores pasando a denominarse Bodega 501 del Puerto y comenzando un declive de incierto final.
José Arvilla mantuvo su actividad durante un tiempo que desconocemos hasta que vendió las bodegas de la parte norte de la calle Valdés a Osborne, incluida la solera y la marca del Fino Amontillado Coquinero, uno de los vinos míticos portuenses. En 1914 Osborne anunciaba en el periódico local El Eco Portuense el Finísimo Coquinero y el Amontillado Fino Quinta, curiosamente con las tipologías de vino cambiadas respecto a las actuales, mientras que Terry ya anunciaba su cognac. Desconocemos las circunstancias en las que la bodega conocida actualmente como Cuvillo Valdés se desgajó de la bodega Buenos Aires.
La mitad de la bodega donde debió estar el Alambique de Terry se vendió a Osborne que mantuvo la denominación, aunque modificó las instalaciones para ubicar depósitos de almacenamiento y mezclas.
Osborne había centrado su actividad hasta esa fecha en el vino y su entrada en el mundo del brandy fue más tardía. La marca Veterano fue registrada en 1922 y en 1941 la marca 000, preparada para competir con el Tres Cepas de Domecq o el Tres Racimos de Palomino y Vergara que eran brandys de la gama popular de la época. Para su elaboración Osborne trasladó el vino a otras bodegas y dedicó ese conjunto de bodegas a la producción de brandy, incluidas la de San José y la de Buenos Aires.
En aquella época debió haber otro alambique en la bodega de Cuvillo Valdés, del que todavía queda la chimenea. Pero la destilación en esos alambiques no debió durar mucho tiempo porque pronto los bodegueros prefirieron elaborar o comprar los alcoholes en La Mancha y el Condado de Huelva en que tenían una calidad aceptable y eran más baratos.
El autor agradece la información suministrada por Antonio Gutiérrez Ruiz y Camilo González Selma
Juan Gómez Benítez