Para aproximarnos a los orígenes de esta singular muestra del patrimonio urbano hay que remontarse al siglo XVIII. Según la cartografía histórica de la primera mitad del setecientos (Plano de 1735) toda la zona en la que se sitúa el arco de la Trinidad era en esta época terreno rústico destinado a sembradura y sobre todo huertas, por cuyo interior discurría un pequeño sendero o hijuela, precedente de lo que mas tarde será la calle Santísima Trinidad.
El documento escrito mas antiguo del que tenemos constancia corresponde al año 1743 (Gutiérrez Ruiz 2011: 10). En este año Juan José Reinoso, por entonces propietario del huerto existente al final de las calles Cielos y Rosa solicita al cabildo el cierre con muros de mampostería de los linderos del camino existente frente a la calle de la Rosa. De este callejón, en cuyos vallados laterales debían florecer numerosos jardines silvestres, tomó su nombre el coto o huerto, convirtiéndose con esta reforma en el callejón de San Rafael, primero y, posteriormente, en calle de la Santísima Trinidad.
Avanzando el siglo toda la manzana entre las calles Cielos y Espíritu Santo hasta el campo pertenecía a un único propietario, Manuel Cano, un rico afincado en la ciudad del siglo XVIII que tenía arrendadas numerosas casas ubicadas en la calle de La Rosa, cuyo uso estaba sobre todo destinado a “casas para recreo” con huertas y jardines, de ahí que en la actualidad esa amplia parcela se la conozca como Jardín de Cano (López Rosendo 2020 inédito).
Barros Caneda recoge que en 1778 el Conde O´Reilly, dentro de los proyectos que emprende para mejora de la ciudad, planeó una serie de obras públicas que hermosearan el Camino Real de entrada desde Jerez, que estaba bordeado por huertas y con un aspecto bastante deplorable. Para ello transformó las líneas urbanas de este espacio, conformando la actual plaza de los Jazmines.
Entre las propuestas que el Conde realiza plantea derribar en la zona norte la tapia de la huerta llamada de los jazmines (de ahí el nombre actual de la plaza), propiedad de Juana Ceballos y próxima al nuevo arca del agua, e incluir dentro de ella una callejuela que mediaba entre dicha huerta y una fabrica de lienzos pintados, para así “evitar la cantidad de arena que baja por dicha callejuela con el agua llovediza, dejando allí un depósito que hace molesto el paso y sepultaría el mejor empedrado que se hiciese” (Barros Caneda 2001: 61)
Se refiere en el oficio a la fábrica de tejidos estampados “Santísima Trinidad’’ propiedad de Manuel Ulpiano Rubio que estaba ubicada en terrenos arrendados a Manuel Cano (Gutiérrez Ruiz 2011: 15); una industria, esta de tejidos y sedas, que tuvo su esplendor en el ultimo tercio del siglo y que decae con la disminución y posterior pérdida del comercio americano.
De esta fabrica creemos permanece como único testigo de su existencia la hornacina que aun se conserva en la esquina con la calle la Rosa y seguramente es el origen del arco de la Trinidad, por el que se accedería a la calle homónima en la que se ubicaban estas instalaciones.
En el Padrón de 1797 todos estos terrenos se encuentran registrados en el Cuartel 18 entre los que hallaba dividida la ciudad y ya aparecen los mismos nombres de las calles que se conservan hoy día.
Otro plano, en este caso de 1812, “Plan de la ville de Puerto de Santa María” realizado durante la estancia de las tropas francesas en la ciudad registra estos cambios urbanos.
Francisco González Luque