1ª Fase (II)
Es en el siglo XIX cuando la zona de Pozos Dulces se convierte en un polo industrial, salpicado por algunas viviendas.
Durante esta centuria podemos seguirle la pista al molino, hasta que en un momento indeterminado, probablemente a principios del siglo XX, se convierte en la bodega de Luis Terry Villa, donde se fabrica el Brandy Terry según se aprecia en las fotos de la época.
A mediados del siglo XIX se crea la fábrica de licores y aguardientes de Ramón Jiménez Varela. Andando el tiempo llegará a ocupar casi la mitad de la manzana, estando en funcionamiento hasta 1921, momento en el que se vende a las bodegas Domecq. La propiedad continúa siendo la misma hasta su derribo en los años ‘90 del siglo XXI.
El otro conjunto industrial a destacar, en el siglo XX, es el varadero de los Hermanos Pastrana que empieza a funcionar en los años ´50, entre el puente de San Alejandro y el puente del Ferrocarril. El varadero realizaba labores de carpintería de ribera y calafateado de las embarcaciones. Hasta los años ‘70 también se construyen embarcaciones, pero debido al poco calado del río, estas se empiezan a construir en el levante, especialmente en la zona de Alicante. Hay que tener en cuenta que en estos momentos el caladero de Marruecos se encuentra en plena efervescencia y en El Puerto de Santa María había matriculados más de 300 barcos de pesca.
El traslado a levante de la construcción de barcos hace que empiece a decaer esta industria y finalmente a mediados de los años´80 desaparezca y con él una industria tradicional de la zona.
En cuanto a viviendas hay dos que destacan; la casa de Círia y la casa de los “Pescaitos”. La casa y bodega de Círia se construyó en 1828 sobre los restos de la ermita de la Consolación que después del maremoto no volvió a levantar cabeza. Finalmente fue comprada por Pedro de la Concha, presbítero y miembro de la familia Vergara, con la que enlazaran los Círia más tarde. Esta edificación es relevante por su cercanía al puente de San Alejandro y por la aportación de dicha familia a la historia de El Puerto de Santa María perteneciendo ya al imaginario colectivo.
La otra casa singular es la de los “pescaitos” y que se recuerda con cariño debido a que en ella se vendían peces de colores a los niños del barrio.
En definitiva, la primera fase de excavación arrojo un balance en torno a la veintena de edificios desconocidos y la evolución de un espacio urbano olvidado por su destrucción por el terremoto de Lisboa de 1755 y usado después cómo vertedero durante más de cincuenta años.
Juan Miguel Pajuelo y María de los Ángeles Navarro, Arqueólogos directores