Es en el primer tercio del Setecientos cuando asistimos al nacimiento de la plaza de las Galeras con una traza similar a la que hoy conocemos. Dos obras, realizadas ambas a instancias del Capitán General Tomas Idiáquez en 1735, contribuyeron a su creación: la edificación de un nuevo muelle y la construcción de la fuente de las Galeras.
Aunque las galeras reales ya habían abandonado El Puerto como lugar de invernada en 1668, el esplendor económico y comercial del que gozó la ciudad en el XVIII gracias al comercio colonial y el intenso tráfico de navíos, muchos de ellos de la armada, ya que El Puerto seguía siendo sede de la Capitanía General del Mar Océano, requería un muelle acorde con estas necesidades.
El nuevo muelle fue construido por el ingeniero militar Bartolomé Mendiola, experto en obras en medio acuático, variando algo el proyecto presentado en el año anterior. Realizado en mampostería, se diseñó siguiendo la línea de bajamar de equinoccio, entre “las casas de los herederos de D. Tomás Dunslaque” (actual manzana del bar Liba) y el llamado caño de la villa, a la altura de la plaza de la Herrería. Discurría por delante de un “antiguo muelle”, tal vez el construido por Florio en el XVI, que debió servir para pequeñas embarcaciones de carga y descarga de hombres y bastimentos a las galeras. Con la nueva obra se avanzaba un importante trecho hacia el interior del río conformando una explanada superior, origen del segmento más externo de la actual plaza.
En su borde, a fin de favorecer la aguada directa de las embarcaciones, además de abastecer fácilmente a los vecinos y suministrar agua a Cádiz, se levantó la fuente que hoy conocemos. En el maltrecho y semioculto panel explicativo allí existente se indica que contaba con seis caños en la cara del río y otros seis a la plaza y supuso el punto final de las obras para la traída de aguas desde los manantiales de la Piedad, la obra pública más importante realizada en la ciudad en la primera mitad del siglo XVIII.
Un plano anónimo, fechado hacia 1735/1740, al que ya nos hemos referido en varias ocasiones, recoge el nuevo muelle y la fuente. Muy poco tiempo después, en el extremo norte del muelle recién construido se levantó otra fuente monumental, “gemela” a la de las galeras y con la misma función, conocida como “Fuente del Sobrante” -en referencia al agua que podía embarcarse una vez asegurado el suministro de la ciudad- arca de agua que ya aparece dibujada en el croquis de la distribución de aguas de 1741.
Asimismo, la construcción en 1753 del muelle del Embarcadero, conocido más tarde como de la Pescadería, permitió la unión de ambos muelles mediante un muro de contención, cuyos restos son visibles en el paseo de la Bajamar (ver planos de 1754 y 1757).
Una última actuación que afecto a la plaza se produce en 1778 con el derribo de la capilla de las Galeras y la construcción del paseo del Vergel del Conde. Con la obra del nuevo muelle, el oratorio había quedado en un lado de la plaza y según escribe H. Sancho (La Capilla de las Galeras, 1943) en esta fecha apenas contaba con culto, presentaba un aspecto ruinoso y por su situación “se prestaba por las noches a favorecer a maleantes y gente poco correcta”, por lo que tras solicitar licencia arzobispal y real se procedió a su demolición, siendo la piedra utilizada en obras de la ciudad.
R.G.R.