Existe en El Puerto -aunque parece que no existe- una notable construcción de época romana (siglo I d.C.) que aún se conserva y mantiene en pie pese a su prolongado abandono. Se trata de una industria alfarera -fundada en el s. I a.C. y abandonada en el III d.C.- que se encuentra en el antiguo pago de La Florida, junto al acceso al puente de la avenida Ronda de Valencia y encajada entre la carretera Chipiona-El Puerto (A-491) y el camino de Las Boneas (antiguo del Palomar) (FOT. 1).
Los hornos altoimperiales se descubrieron a comienzos de la pasada década de los 80, durante las prospecciones superficiales que el Museo Municipal realizó para confeccionar la Carta Arqueológica del Término (en las que participamos quienes esto escribimos). Se excavó en 1994 por vía de urgencia bajo la certera dirección de Esperanza Mata Almonte con motivo de la construcción de la A-491. De hecho, el trazado original de la carretera fue modificado para preservar las estructuras exhumadas.
El Museo consolidó los hornos, se cubrieron para su protección las estructuras arquitectónicas principales, se cercó con una valla metálica el conjunto arqueológico, se plantaron pinos piñoneros en su entorno y se colocó enfrente un panel explicativo (que milagrosamente ha subsistido sin los habituales pintarrajos de algunos tarados mentales). Hasta aquí todo bien, pero pronto llegó el abandono y el consiguiente olvido de tan destacada industria alfarera romana, la más completa de las excavadas en la bahía de Cádiz (FOT. 2).
Se localizaron y excavaron seis hornos. Dos de ellos de grandes dimensiones dedicados a la fabricación de ánforas salazoneras. Se ubican inmediatos, separados por un muro y ambos cercados con muros de sillares y bloques de arenisca y ostionera. Como era costumbre, los hornos se levantaron con fragmentos de ánforas, tégulas (tejas), ladrillos y adobes. Presentaban planta circular con cámaras de cocción y combustión, un largo corredor, columna central que sustentan las parrillas, y los arranques de los arcos de las desaparecidas bóvedas.
En el corredor (praefurnium) del llamado Horno 1 se exhumó un tronco de acebuche y huesos de aceitunas, el material más habitual empleado como combustible en los hornos de la bahía (FOT. 3).
Y también se halló, en un bloque de arenisca dispuesto en el dintel de la puerta del praefurnium del Horno 2, la figuración de un gran falo, símbolo de buen augurio y protector para el buen desarrollo de la industria (FOT. 4).
Los otros cuatro hornos eran de pequeñas dimensiones, encontrándose en buena parte arrasados por las labores agrícolas. Se dedicaron a facturar cerámica común de cocina (ollas, cuencos, platos, tapaderas, morteros…). Para conocer en profundidad las características de esta industria y su producción remitimos a la bibliografía que recogemos al final (FOT. 5).
Los hornos de El Palomar se construyeron en lugar inmediato al paso de la carretera romana que identificamos con la Vía Augusta en su tránsito entre Portus Gaditanus (El Puerto) y Hasta Regia (Mesas de Asta, Jerez), cuyos vestigios se han reconocido durante la intervención arqueológica que con la dirección de Luis Cobos y Esperanza Mata se realizó en el verano de 2022 en el Camino de los Romanos, junto a la laguna Salada.
En el viejo Camino y en lugar próximo a los hornos de El Palomar se halló en 1744 un miliario (mojón o hito de carretera) fechado el año 57 d.C., en tiempos de Nerón, cuando se realizaría una reforma en la Vía. A iniciativa del historiador Anselmo Ruiz de Cortázar, el miliario se llevó al Matadero (antiguo Imucona) y después, en 1764, el ayuntamiento lo mandó colocar como adorno en la plaza del Polvorista. Desconocemos la suerte que corrió después.
La inscripción, traducida, decía: A CLAUDIO NERÓN / HIJO DEL DIVINO CLAUDIO / [NIETO] DE GERMÁNICO CÉSAR / BISNIETO DE TIBERIO CÉSAR AUGUSTO / TERCER NIETO DEL DIVINO AUGUSTO / CÉSAR MÁXIMO AUGUSTO / PONTÍFICE MÁXIMO / TRES VECES TRIBUNO / TRES VECES EMPERADOR Y DOS CÓNSUL / DOS VECES CÓNSUL ELECTO / 222 [millas]
Los hornos de El Palomar presentan hoy un pésimo estado de conservación, progresivamente más deteriorados desde que se excavaron y protegieron hace tres décadas (FOT 6 ). Desde entonces, ningún equipo de gobierno municipal ha prestado el más mínimo interés y atención a este patrimonio arqueológico e histórico que lentamente agoniza ante la pasividad y la ignorancia de quienes están obligados a protegerlo y a ponerlo al servicio de los ciudadanos. Y ni siquiera por El Palomar pasa una cabalgata. –
J. J. López Amador y E. Pérez Fernández