Asistimos durante este periodo a un extraordinario florecimiento del comercio en El Puerto. Aquí se instalan varios grupos de comerciantes foráneos, un grupo de procedencia vasco-navarro (Aranibar, Vizarrón) y otros de procedencia europea (Winthuyssen), así como representaciones de compañías de procedencia flamenca, irlandesa o francesa, hasta 40 a principios del S. XVIII, según ha documentado J. J. Iglesias Rodríguez. En el momento culminante, hacia 1740, El Puerto sobrepasó los 22.000 habitantes, población que no llegó a recuperar hasta comienzos del siglo XX.
También hay que considerar el intenso tráfico de pasajeros y mercancías entre El Puerto y Cádiz, pues la ciudad de Cádiz requería un continuo abastecimiento de los productos agrícolas, vinos y mercancías diversas de la campiña para mantener a una populosa población. Es el periodo en que la Bahía de Cádiz se articuló como un espacio común en el ámbito económico, comercial y defensivo. Las ciudades de la bahía, y en especial El Puerto, fueron un complemento indispensable en todos esos ámbitos para que Cádiz, pudiese llegar a desempeñar plenamente su papel de verdadera metrópoli y centro del comercio mundial.
En El Puerto este tráfico mercantil y humano tuvo su epicentro en “el embarcadero”, después muelle y plaza de la Pescadería, y también en el muelle de las Galeras, después muelle de los Vapores y ya en el siglo XX de San Ignacio.
Partimos del plano de 1735 donde ya vemos por primera vez delimitado el espacio Pescadería en un plano oficial. En la configuración del embarcadero fue clave la construcción hacia finales del S. XVII de las casas de Gilberto Mels, posterior edificio Aduana, asentado sobre un arrecife allí existente que permitió un nuevo avance de las edificaciones a costa de la ribera del Guadalete. Sobre la línea de edificación que venía del hospital de la Caridad, este edificio supuso un avance de unos 12 metros y una nueva línea de fachada hacía la desembocadura.
Hay que señalar la confiscación de las casas de Gilberto Mels por la Corona en 1702, pues siendo de origen holandés todos los bienes de los ciudadanos de aquella procedencia fueron confiscados como represalia por el ataque angloholandés a Cádiz y las ciudades de El Puerto y Rota. Confiscado el edificio fue destinado a Posada Real, y en su trasera, se cierra el corral de pesquería entrante del río, donde se construye en 1730 el jardín que vemos en el plano, creado con motivo de la estancia de Felipe V, para recreo de los reyes y su séquito.
A través del estudio de M. A. Caballero sobre la Real Fábrica de Licores y Aguardientes, conocemos que estas edificaciones estaban al borde mismo del Guadalete, sobre un arrecife y poseían muelle propio en el frente del río, con su fachada principal hacia la Pescadería, primero ensenada o playa tal como se representa en el plano de 1735 y posteriormente plaza cuando se cierra la ensenada con las primeras obras de trazado de un muelle o escollera.
Esta construcción formaba parte, junto con otras que se fueron añadiendo sucesivamente, del ensanche de la ciudad hacia la desembocadura del río, que dio lugar a nuevas manzanas y plazas. Además de esta de la Pescadería, se configuró la plaza del Polvorista, a cuyo frente se instalaron casas de cargadores a Indias: la de Vizarrón o de las Cadenas, la de Roque Aguado y la de Reinoso Mendoza, antiguo Ayuntamiento. Este ensanche hacia el sur rompía la tendencia de crecimiento de la ciudad hacía Jerez, y era el requerido entonces por la creciente actividad portuaria y comercial de El Puerto de Santa María.
F.J.R. y R.G.R.