El innegable valor de estas piezas contrasta con el deterioro sufrido, fruto de la ignorancia y el fanatismo. Su mala conservación no debe relacionarse con su exposición a la intemperie e inclemencias del tiempo. Tampoco podemos culpar a las invasiones angloholandesa o francesa y ni siquiera a las desamortizaciones o revoluciones anticlericales ocurridas en El Puerto y de nefastos efectos en otras parcelas del patrimonio. Simplemente han sido atacadas mediante actos vandálicos.
Algunos azulejos están partidos o con grietas y varias cenefas del marco o guardilla asimismo dañadas. Pero los principales desperfectos afectan a los personajes que acompañan a Jesús, María, san Juan y las santas mujeres, los únicos que se han librado del odio y la intransigencia. Ni siquiera Longinos, Gestas o Simón de Cirene han permanecido incólumes en estos episodios pasionistas. A éstos y a cuantos sayones, judíos y romanos rodean a aquéllos se les ha picado rostros y otras partes de los cuerpos en la mayoría de las piezas. Huelgan más comentarios.
Las estaciones más destrozadas son las nº 1 (Flagelación de Cristo) y la 14 (Jesús es sepultado) (FOT.1). Curiosamente son dos de los azulejos que estuvieron ocultos varios años en unos cuartos adosados al muro de la capilla de la Aurora que hermandades utilizaron como almacén para depositar en ellos sus enseres (las huellas de aquel otro despropósito aun son visibles).
Los mejor conservados son aquellos en los que la escena se centra en los personajes sagrados: las nº 4 (el encuentro de Jesús con su Madre en la calle de la Amargura), 12 (la expiración de Cristo en la cruz) y 13 (Jesús es bajado de ésta y depositado en los brazos de su Madre) (FOT.2).
Volvemos a denunciar desde Betilo este tipo de deterioro en obras del patrimonio portuense. Y deseamos que la actual y futuras generaciones sepan valorar muestras de cerámica tan importantes como éstas para no volver a lamentar el fanatismo ideológico ni el vandalismo contra el patrimonio histórico.
Debemos tomar conciencia de que el interés de estos viacrucis de azulejos es triple, pues al reflejo del comportamiento socio-religioso de nuestros antepasados (la sacralización del espacio urbano con estas manifestaciones de religiosidad popular sin limitarse a los días de Semana Santa) se une el valor estético de una época determinada. A ello contribuiría asimismo la necesaria intervención y restauración encaminadas a una mejor conservación o, al menos, evitar el continuo deterioro y mantener su categoría histórica y artística.
Francisco González Luque