Atendiendo a la petición del cabildo en 1632 el rey se concede al cabildo portuense un nuevo arbitrio, renovado en 1633 destinado a la construcción de una nueva canalización. Ahora bien, en esta ocasión la Corona, debido al interés que tenía en dichas obras, impone que se sigan las instrucciones de Cristóbal Aguilera, maestro mayor de las fuentes de la Villa de Madrid, al que le encargan que de las recomendaciones oportunas para la obra de la fuente de El Puerto de Santa María. Es lo que se conoce como la gran obra de la Fuente del Algarrobo que ha sido estudiada por M. A. Caballero, cuyo trabajo seguimos en estas líneas.
El maestro mayor Aguilera enumera diez condiciones que posteriormente serían incluidas en el pliego de condiciones para el remate de las obras.
Con respecto a la construcción de los “cuerpos de minas” indica que la mina o minas, como se le denomina en toda la documentación, debía ser obra de cantería con revoques de cal en los muros y rosca de alcantarilla de medio punto, “dejandole entre las dos paredes cuatro pies con sus poyatos por los lados y atajea en medio donde se ha de conducir el agua” (Fot.1)
Este minado que recogía el agua de los manantiales, cuya longitud era de 240 varas, se dirigía hasta la primera caja de aguas. Este primer gran almacén de aguas,
receptáculo o punto de concentración “a de tener su escalera con su puerta para bajar con facilidad a ella”.
Propone la construcción de cauchiles (puntos de registros y reparto de aguas a lo largo de toda la conducción) que ofrezcan comodidad para las tareas de limpieza y sogueo de la cañería: “(…) y a la redonda su poyata para que se pueda bisitar y a cada lado de las cañerías un gueco para que quepa una persona”.
En cuanto al encañado, la parte más vulnerable de la conducción, había de asentarse sobre una base de hormigón de cal y arena, dentro de un paquete formado por ladrillo en los laterales, relleno de cal y arena, cerrado por encima de los caños con una tanda de ladrillos (Fot.2). Por último, aconsejaba Cristóbal de Aguilera que se dispusieran fuentes en todos los barrios de la ciudad.
Siguiendo estos consejos la obra da comienzo en 1636 y se desarrolla en varias fases hasta principios de la década de los cincuenta. Con ella se amplía la conducción existente en aquellos momentos y su capacidad de abastecimiento.
La imagen de esta conducción nos ha quedado reflejada en la acuarela con la vista panorámica de El Puerto de Santa María, tomada desde la sierra de San Cristóbal, conservada en el Archivo Ducal de Medinaceli (Toledo), que por su interés detallaremos en la siguiente entrega (Fot.3) –
R.G.R