El hecho de que en 1540 El Puerto de Sta. María fuera elegido como una de las bases de la escuadra de Galeras de España (Fot.1), fue sin duda uno de los factores que influyeron en la puesta en marcha de estas infraestructuras. No en vano en su desarrollo intervinieron ingenieros militares y marinería de galeras como mano de obra en trabajos de reparación
En 1577 el rey Felipe II concedió permiso para que las aguas de Sidueña se trajeran hasta la población. Gracias al mismo, y tras unas obras que se prolongan hasta 1588, El Puerto fue abastecido por primera vez de agua potable a través de una “encañadura” que desde la sierra de San Cristóbal concluía en una fuente pública situada al final del actual paseo de la Victoria, la conocida en la documentación como “Fuente Vieja”.
Desde allí, bajo la dirección del maestro de obras Francisco Diaz se extendió una canalización que se internaba en la población por la calle Cielo hasta la plaza de la Iglesia (donde se erigió una fuente monumental), con intención de prolongarla mediante un ramal hasta la marina para, lo que era fundamental, facilitar la aguada de la flota de Indias y de la Armada.
Pero pronto esta obra se vio ineficaz y empezó a faltar agua, por lo que se pidió ayuda a Cristóbal de Rojas uno de los más célebres ingenieros militares del país en tiempos de Felipe II y Felipe III, quien fue nombrado “ingeniero real” en 1595, que por aquellas fechas se encontraba dirigiendo la reconstrucción de las defensas de Cádiz tras su destrucción por la flota anglo-holandesa en 1596 (Fot.2).
El afamado ingeniero recomendó hacer aliviaderos, sangraderas y cauchiles para no arruinar los almacenes o galerías que contenían el agua, dado el alto volumen que se estaba reteniendo. Además, apuntó otra serie de deficiencias como el que las cañerías estaban siendo invadidas por raíces de olivos, vides y por matorrales y sobre todo consideró, por constituir el origen de todos los problemas, eliminar el ramal que se había construido por el interior de la población que estaba mal ejecutado, lo que incluso llevó a abrir una causa judicial contra Francisco Díaz por lo que se consideraba un delito contra la ciudad.
A pesar de estas mejoras, las complicaciones en el primer tercio del XVII fueron continuas. Rotura de caños por pasos de carruajes, reventones… e incluso varios temporales que dejaron las canalizaciones al descubierto, hicieron que entrara en ruina, por lo que la ciudad se dirigió al rey solicitando en 1632 la concesión de un nuevo arbitrio para sufragar los gastos de una nueva canalización. –
R.G.R.
