La fachada que se levanta en la calle La Palma presenta una composición clásica que sigue el modelo de la mayoría de edificios pertenecientes a esta tipología arquitectónica destacando su monumentalidad y sobriedad (FOT. 1).
Está dividida en dos cuerpos separados por una cornisa sobresaliente. El inferior se compone de muro y vanos en una distribución adecuada y simétrica a lo largo de la fachada para la correcta aireación y disposición. Sobre un zócalo de piedra interrumpido por dos puertas, se abren seis huecos que se corresponden con cada una de las naves interiores. Alternan en su composición ventanas y puertas.
Las cuatro ventanas (dos en los extremos y otro par en el centro) se protegen con artísticas rejas decoradas y marcos resaltados en piedra. Su originalidad se presenta en el remate del marco superior, a base de arcos apuntados u ojivales, una nota poco frecuente en este tipo de vanos que nos evidencia su filiación estilística que podríamos asignar al neogótico.
También cabe destacar que las ventanas lleguen hasta nivel del suelo, hecho poco frecuente en las bodegas, lo que ha permitido que el olor que emana fuese percibido por los peatones que pasan por sus proximidades y el de esta en concreto haya quedado en la memoria olfativa de los portuenses por su intenso olor a vino.
Las dos puertas de acceso son mixtas y se rematan con arco escarzano (tipo de los llamados rebajados). Tienen la peculiaridad de contar con un suplemento en su parte inferior abisagrado al marco para facilitar su apertura independiente de la de la puerta principal (esta abre hacia el interior de la bodega y este añadido o contrapuerta hacia fuera). Su función es interrumpir la acera durante las maniobras de trasiego de botas evitando molestar o dañar a las personas que transiten por la acera. También salvaguardan la parte más castigada de la puerta con la lluvia (FOT. 2).
A partir de la cornisa que marca la transición con el segundo cuerpo se alza un gran frontón recto que adapta su diseño triangular a la doble pendiente de la cubierta de teja árabe a dos aguas. En el centro de su tímpano, Pinto proyectó un par de óculos (reminiscencia de los rosetones góticos) flanqueando la cartela rectangular diseñada para contener la inscripción que la identifica y su fecha de construcción: “1869 – LA PALMA” (FOTO 3).
Las labores decorativas se observan en los detalles de la rejería que cubre las ventanas (FOTO 5) (sobre el tercer cuerpo de barrotes con segmentos concéntricos respecto a los arcos componiendo una labor entrelazada y calada) y el tercio superior de las puertas (círculos secantes entrecruzados sobre la tupida celosía metálica) (FOTO 4).
La fachada de la calle Jesús Nazareno está recorrida en toda su longitud por el característico zócalo de piedra y una gruesa cornisa que remata el conjunto en la que descansa la vertiente del tejado (FOTO 4). El único cuerpo de fachada repite la sobriedad y simplicidad funcional que caracteriza a estos edificios. En la parte superior de sus paramentos, ausentes de ornamentación, se abren once ventanas casi cuadradas enrejadas (siete en el tramo desde esquina de La Palma hasta el quiebro y cuatro en el lienzo extendido entre este y la calle Fernán Caballero), todas rematadas por los consabidos arcos escarzanos y recercados de piedra (FOTO 6).
Observando el proyecto original de Ángel Pinto Camacho, su maestro de obras, y comparándolo con el estado actual de las fachadas, se puede concluir que ha sido fielmente respetado y conservado hasta nuestros días. –
J. Gómez Benítez y F. Glez. Luque