(Devonshire 1772-Londres 1832)
Poeta, jurista y viajero. Participó en la llamada Guerra Peninsular lo que le permitió un amplio conocimiento de España y sus tierras.
Toros en El Puerto un 21 de julio de 1809
Habiendo conseguido una licencia para viajar, si se cree necesario, y un pasaporte para Puerto de Santa María o como se le llama corrientemente El Puerto, en nuestra ruta a Sevilla, dejamos Cádiz con dirección a esa ciudad el domingo 21 de julio. El calor era enorme, el termómetro estaba a 96 grados. En medio de centenares de sucios obreros marineros y otros por el estilo y el clamor de “puerta, puerta” procedentes de una centena de gargantas congestionadas, nos embarcamos en un barco de pasajeros de velas latinas; tenía dos enormes ojos pintados en su proa, una costumbre muy corriente entre todos los veleros de esta narración, y una inscripción en su popa, dándonos a entender que estábamos bajo la protección de la Virgen; el barco iba lleno de numerosos personajes con sus mejores vestidos dirigiéndose al Puerto para ver la corrida de toros que iba a tener lugar ese día.
En menos de una hora, con un viento apropiado, cruzamos la bahía de Cádiz, en medio de un hermoso despliegue de numerosos barcos de todos los tamaños, naves de pasajeros con sus grandes y pintorescas velas y la bahía que nos rodeaba. Después de pasar el fuerte Santa Catalina cruzamos una peligrosa barra de arena, un momento en que todos se quitaron el sombrero y dijeron una oración por las almas de un gran número de personas que se habían perdido en este lugar en diferentes épocas, no menos de once barcos y sus tripulaciones. Fue entonces cuando se hizo una colecta para ofrecérsela a un sacerdote a fin de hacer más efectivas las oraciones por tantas almas en el purgatorio y que yo creo sin duda estaban debidamente aplicadas. Esta barra de arena se ha formado con las arenas que el Guadalete arrastra próximo a la boca donde está situado el Puerto, distante unas tres leguas de Cádiz.
El Puerto, que fue el antiguo Puerto Menesteo, es una ciudad muy hermosa, vistosa y limpia, sin murallas o fortificaciones, es la residencia del Capitán General de Andalucía y de un gobernador civil y uno militar. Hay un buen hotel aquí, que se llena los domingos con motivo de las corridas de toros, es el llamado la Cruz de Malta.
Comí en la hospitalaria casa de campo (así considerada a pesar de estar en la ciudad) de mister Fibourt, un comerciante muy respetable y cuyas donaciones en varias oportunidades a la buena causa de España han sido al menos de tres mil libras. Antes del almuerzo recorrimos gran parte de la ciudad que está muy bien pavimentada y conservada con mucha limpieza mediante prisioneros franceses a quienes se les paga por su trabajo. La calle Ancha es muy larga y noble. Varias de las iglesias, conventos y residencias son muy hermosos.
Después del almuerzo todo el lugar estaba rebosante y el público acudiendo a la plaza de toros. Debido a que la única corrida de toros en España por entonces se desarrollaba aquí y había algunas circunstancias que atraían por su naturaleza novedosa, no me la pasaré por alto a pesar de que las corridas de toros españolas han sido descritas anteriormente. La plaza era de madera; alrededor de la arena o circo se erigían numerosos asientos en forma ascendente de peldaños, con capacidad para unas diez mil personas; los palcos en la parte alta estaban separados y los mas altos están cubiertos; en el centro había un enorme y hermoso palco destinado a los gobernadores y a las principales autoridades civiles y militares de la ciudad. Los precios de las butacas dependen según el sol o la sombra, los que están en el área sombría son los mejores y, con el fin de conseguir tanta sombra como sea posible, las corridas rara vez comienzan antes de las cuatro de la tarde. En mi entrada había una inscripción “Comunes sombra”. Al entrar al recinto quedé muy impresionado por la magnitud de la estructura y la enorme presencia de público. El número de hombres y mujeres parecía ser el mismo. Entre las últimas había varias mujeres distinguidas y muchas de gran prestancia.”
Juan Gómez Fernández