Una de las casas más singulares que existen en El Puerto, por su tipología única, es la conocida como casa de Las Cuatro Esquinas o La Carraca (FOT. 1).
Situada en el límite sur del perímetro urbano del Setecientos (FOT. 2 superior), fue mandada edificar en 1733 por Juan Carlos de Rivas Ramírez de Arellano, cargador a Indias y miembro de una importante familia de la aristocracia gaditana, quien se establece en El Puerto a raíz de su matrimonio con Leonor Vizarrón, al que ya nos referimos al hablar de sus residencias familiares de la calle Luna y la Plaza de la Herrería.
Juan Carlos de Rivas invirtió buena parte de sus ganancias procedentes de la actividad mercantil con América en la adquisición de inmuebles urbanos destinados muchos de ellos, como es el caso que nos ocupa, a alquiler de viviendas, necesarias en una ciudad con un vecindario cada vez más creciente debido al papel económico y estratégico que desempeñaba.
La casa ocupa una manzana completa formada por los cruces de las calles San Francisco, los Moros, San Bartolomé y Pagador (FOT. 2 inferior)
Siguiendo a Barros Caneda (“Los inicios de la tipología bodeguera…” 1997, 477) para su construcción, previa adquisición de dos solares y una casa, hubo que desmontar una elevación conocida como “cerro de San Bartolomé”.
Su disposición actual, según este autor, debe ser bastante semejante a la original: cuatro pabellones de dos plantas en los extremos (FOT. 3), los cuales quedaban unidos por crujías de viviendas de una planta que probablemente encerraban un patio interior, de desconocida composición, que de algún modo articularía toda la distribución de la casa.
La vivienda con el transcurso del tiempo ha sufrido modificaciones. La principal es la construcción de una bodega en su eje central, así como la elevación a dos plantas de algunos de los tramos de las crujías que unen los pabellones extremos.
En su exterior ofrece un aspecto monumental por las cuatro torres angulares que presenta en las cuales se hallan esculpidos cuatro escudos esquinados con las armas familiares de su promotor.
Todos ellos están flanqueados por leones tenantes coronados. El principal, situado en la esquina de San Francisco con San Bartolomé muestra combinadas las armas paternas (Rivas Ramírez de Arellano, en la parte superior) y maternas (Cepeda de Avendaño y Andrea Doria en la inferior). Remata en la parte baja con un ‘trofeo’ (banderas, instrumentos musicales …), tal y como aparece representado en el dibujo del expediente de nobleza que se conserva en el Archivo Histórico Municipal (FOT. 4). En cambio, los otros tres escudos solo llevan labradas algunas de las armas (FOT. 5).
Esta casa sirvió como cuartel de tropas durante la presencia francesa entre 1808 y 1812.
La esquina entre las calles San Bartolomé y Los Moros (FOT. 6) tiene como guardacantón un cañón de avancarga. La función de estas piezas, ya en desuso, procedentes de pecios marinos o de desguaces de buques y cañoneras, era la de resguardar las esquinas de los edificios del paso de los carruajes, evitando que al chocar las ruedas produjesen daños. Su uso perduró hasta que comenzaron a urbanizarse las calles con aceras, separando así las ruedas de las fachadas. –
R.G.R.