A la vuelta de la carretera que nos conduce desde El Portal hasta nuestra ciudad, a los pies de la sierra de San Cristóbal y al canto mismo de los numerosos meandros del Guadalete -donde los términos municipales de Jerez y El Puerto se confunden-, se nos abre en abanico las tierras de Sidueña.
Lo que aquí nos trae es la importancia del agua en esa zona, de los manantiales de La Piedad y de la magnífica factura de sus conducciones (acueducto subterráneo de 5.570 m de longitud). Tanto es así que nuestra ciudad puede considerarse una privilegiada, ya que en el siglo XVI existían en el casco histórico fuentes públicas que abastecían de agua a los vecinos.
En 1868 se firma el contrato celebrado entre el Ayuntamiento de Cádiz y Matias del Cacho (a la sazón, concesionario para el abastecimiento de aguas potables), mediante escrituras públicas otorgadas el 4 de febrero y se autorizan, a la compañía inglesa ‘The Cádiz Water Co. Ltd.´, las obras necesarias para la construcción de las conducciones que lleven el agua desde los manantiales de La Piedad en el Pago de Sidueña. No sólo para Cádiz, sino también para Puerto Real, San Fernando (Arsenal de La Carraca) y El Puerto.
Así, tras este paso de puntillas, y con el único objetivo de que la curiosidad nos transporte por los lugares descritos y profundicemos lo que queramos, nada tan a pelo como aquellas reflexiones de Borges: “Un día cualquiera, descubrimos que después de buscar en parajes remotos, aquel tesoro soñado estaba escondido en el patio de nuestra propia casa”
Enrique Bartolomé.