La mención más antigua que conocemos de un pequeño puente o alcantarilla que salvaba el ‘Caño de la Villa’ en la plaza de la Herrería es de 1536, en un documento en el que los representantes de los pescadores portuenses le hacían saber al señor de El Puerto, el duque de Medinaceli don Juan de la Cerda, los problemas y reivindicaciones que concernían al gremio. Así, quejándose de que los alguaciles les quitaban las armas, pedían que al menos les permitieran tenerlas en su barrio, en la ribera, “desde la pontezuela de los Herreros hasta el campo de la Victoria”.
Y en otra petición sobre la ubicación de los hornos de los bizcocheros, los alcaldes de la mar le recordaban que en tiempos de su padre, don Luis de la Cerda (1479-1501), los hornos se encontraban “acá desta parte de la pontezilla y no allá tan cercanos del puerto” (en el entorno de la hoy placilla de Bizcocheros).
En 1643 se hicieron algunas mejoras en el ya nombrado ‘Caño de la Villa’ (475 reales) y se reformó la puentezuela de la Herrería, empleándose cien ladrillos y un cahíz de cal (35 rs.). En 1649 volvió a remodelarse la puentezuela. Y también en 1691, cuando “la puente del caño de la Villa”se recompuso con cuatro estantes (tablones de madera) de 109 libras (50 kilos) y 18 clavos de a palmo (20 cm) y 6 de a tercia (28 cm). De esta modesta y necesaria infraestructura la plaza llevó el nombre de la Puentezuela y también el de ‘Caño de la Villa’.
El curso natural del Caño iba a conocer a partir de 1735 una notable transformación antrópica en su último tramo, entre la calle Ganado esquina a Larga y el río. Aquel año se construyó un nuevo muelle en la plaza de las Galeras, lindero al antiguo, pero más avanzado al río, ganándose terreno a la línea de pleamar. Anejo a él, para encauzar el río se levantó un muro de 103 m de longitud que hacía las veces de muelle, prolongado hasta donde desaguaba el ‘Caño de la Villa’, frente a la plaza de la Herrería. Y al otro extremo se levantó la Fuente de las Galeras (FOT. 2).
También cegaron entonces las aguas superficiales del ‘Caño de la Villa’, la antigua cárcava alfonsí. Lo apuntó entonces el cargador a Indias José Miguel Bernal:
“El 17 de octubre [de 1735] se cegó el caño que llamaban de la villa y entraba por la calle del Tinte [Ganado], dándole corriente a la dicha calle a salir a la Plaza de la Herrería, y el dicho caño se cegó por las demás partes donde pasaba corriente por donde iba, superficialmente.”
La obra ejecutada, que perseguía “la utilidad de no padecer el mal olor que causaba dicho caño y riesgo de inundación que antes tenía”, consistió en limpiarlo y abrir una canalización superficial en el tramo por el que aún las aguas del caño corrían a cielo abierto, entre Ganado-Larga y el río, y también en la intersección de las calles Muro (R. Alcón) y Misericordia, cumpliendo desde entonces la función de sumidero de aguas residuales.
Pero de inmediato ocurrió que lluvias pertinaces dejaron el caño y el entorno de la Herrería recién remodelados en un estado pésimo e intransitable, por lo que, una vez que remitieron y para atajar el problema, en mayo de 1736 se acordó construir en la Herrería un cañón o bóveda subterránea que absorbiera las aguas inmundas que bajaban por Muro y Misericordia.
No obstante, la obra realizada no solucionó el continuo atoramiento del Caño, por lo que en octubre de 1741, según José Miguel Bernal,
“se volvió a abrir el caño de la villa por la misma parte que corría antiguamente, por haberse reconocido que las aguas no tomaban perfecto curso en la obra que se hizo el año de 1735, y quedó como estaba de tiempo inmemorial.”
Finalmente, en 1743 se construyó una nueva madrona (de 83 m de longitud, 1,6 m de ancho y 1,6-2,5 m de altura), más sólida que la de 1736, también abovedada bajo tierra y toda de piedra ostionera (FOTS. 1 y 3). Y se colocó una lápida conmemorativa de la obra en la casa de la boca de la calle Misericordia frontera a la del Muro, que subsistió hasta comienzos del s. XX (FOT. 4).
Aún hoy se ve en el cantil del muelle, frente a la plaza de la Herrería, el desagüe del Caño de la Villa (FOT.5 y 6) que in illo tempore fue la cárcava mencionada en 1268 en el Libro del Repartimiento, la que determinó la planta y el hábitat del Puerto Gaditano, de al-Qanāṭir y de Santa María del Puerto. –
Enrique Pérez Fernández