La casa-palacio de la familia Álvarez Pimentel se corresponde tipológicamente con el modelo de palacio barroco (FOT.1). Situada en un lugar privilegiado de la ciudad, frente a la Basílica de Ntra. Sra. de los Milagros, junto al convento de Santo Domingo y de espaldas al que fue palacio del Duque de Medinaceli, estaba compuesta por dos fincas, correspondientes a los actuales números 1 y 3 de la calle Pagador (FOT.2).
Este inmueble en el que tiene su sede de la Academia de Santa Cecilia, y hasta hace pocas fechas el Museo Municipal, es conocido por el nombre de la que fue su última propietaria, la Marquesa de Candia, que lo habitó hasta los anos 70 del pasado siglo cuando pasa a propiedad municipal mediante una permuta de otra casa de la plza. del Polvorista.
Siguiendo los trabajos realizados por F. González Luque (Pliegos de la Academia nos. 3 y 4, 2003) y A. Aguayo Cobo (Rev.Hist.Puerto 58, 2017), hay constancia de que la finca está ocupada desde la primera década de la centuria del Setecientos, siendo su primer propietario D. Diego Enciso, cuyos herederos la venden en el año 1771 a otra familia perteneciente a la nueva oligarquía urbana, los Álvarez Pimentel.
Es uno de los miembros de esta última familia, el presbítero D. José Pablo Álvarez Pimentel, el que promueve las obras de reforma y remodelación de la fachada, obras que tal y como consta en el friso que corona el vano central del balcón principal finalizaron en 1782 (FOT. 3), y para las que, dada su condición de religioso, y supliendo la falta de elementos heráldicos que no poseía la familia, elabora un programa iconográfico de hondo contenido moral.
Se trata de dos edificios independientes, con tres alturas, sin conexión interna entre sí, de diferentes características, unidos en un único inmueble, con dos portadas diferentes, aunque manteniendo una unidad tipológica y artística (FOT. 4).
La casa que se corresponde con el número 1, debido a la monumentalidad y riqueza ornamental de su fachada es muy probable que fuera la mansión principal. El historiador Sancho Corbacho escribe de ella lo siguiente:
“Pertenece a una de las mejores casonas del Puerto. Construida en 1782 sigue en su distribución el modelo jerezano con cuyas casas guarda estrecha relación. Grandes pilastras superpuestas y un rico festón de pinjantes sirven de marco a toda la organización de la fachada en la que destacan los grandes ventanales y el hermoso balcón de tres huecos ricamente ornamentado” (FOT. 5).
Las situada en el núm. 3, mucho más sobria y de portada más sencilla (FOT. 6) fue destinada a alquiler. Se sabe que en el momento de la remodelación estaba habitada por Francisco Enciso que vivió en ella entre 1771 y 1797, hasta que fue adquirida por Juan María Añino.
En ambas, construidas en buena piedra de sillería, tras un zaguán, al que se accede a través de tres escalones que salvan el desnivel entre la calle y las viviendas, se ingresa a un patio, en eje con la calle, en torno al cual se distribuyen las diferentes dependencias.
Mientras que en la casa número 3 este patio es menor y está sin decorar, el de la mansión principal es porticado en tres de sus lados con cinco columnas marmóreas sobre las que apean seis arcos de medio punto rebajados (FOT. 7) y en sus ángulos están situados dos bustos masculinos. Por su iconografía, uno de ellos con un espeso bigote y cabeza cubierta con un turbante y el otro con barba y tocado con un gorro puntiagudo, se identifican con el pueblo musulmán y el pueblo judío. Muestran sus ojos cerrados lo que Aguayo Cobos pone en relación con la falta de conocimiento de la verdadera religión.
En el lateral izquierdo del patio se abre una ornamentada arcada que da paso a la escalera de acceso a las plantas superiores. Su cubierta, cuyo estado de conservación es preocupante, es adintelada y está decorada con yeserías a base de molduras geométricas y motivos poligonales y estrellados. –
R.G.R.