Don Guillermo Tirry y Tirry (1726-1779), III marqués de la Cañada, fue un erudito y culto personaje perteneciente a una familia de ascendencia irlandesa afincada en El Puerto de Santa María en el último tercio del siglo XVII.
De su residencia familiar solo se conoce un dibujo de la fachada principal, en la calle Aurora, realizado en 1755 con motivo del proyecto de construcción de una alameda en el entonces escasamente poblado Campo de Guía. Marcada con la letra Y, se situaba en el centro de una manzana de edificaciones paralela al río, entre las llamadas “Casas de Bandan” (H) y el palacio del marqués de Cumbre Hermosa (L). Por el alzado se intuye que debió ser un magnífico ejemplo de casa de cargador a Indias, con tres plantas y torre mirador, lamentablemente desaparecido entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Aunque el marqués desempeñó diversos cargos públicos en el municipio portuense y fue un destacado bibliófilo, hoy lo traemos aquí por su afición a la arqueología, lo que se plasmó en un magnífico gabinete de antigüedades, muy celebrado por eruditos y anticuarios de su tiempo, especialmente por Antonio Ponz.
La colección arqueológica, cuyo inventario y algunos dibujos fueron publicados por J. I. Buhigas y E. Pérez, estaba formada por una variada serie de esculturas y objetos diversos griegos, romanos, egipcios e incluso antigüedades americanas y chinas. Entre ellos sobresalía un frente de sarcófago romano en mármol procedente de Medina Sidonia, que él consideraba la mejor de sus piezas. Junto al gabinete arqueológico, llego a reunir una interesante monetario con más de 2.500 monedas.
Debido a la precaria situación económica que atravesó en los últimos años de su vida, el marqués se vio obligado a vender gran parte de su colección de monedas a la Real Academia de la Historia y tras su muerte, su viuda para hacer frente a las deudas contraídas con el jerezano marqués de Villapanés le entregó su extensa biblioteca como pago.
La colección arqueológica fue asimismo enajenada, dispersándose entre distintos dueños, y algunas piezas, como el sarcófago romano, se dieron ya por perdidas a principios del siglo XX. Afortunadamente cien años después varios fragmentos del frontal de esta pieza escultórica fueron recuperados en la finca “La Atalaya” de Jerez y en la actualidad pueden verse en el Museo Arqueológico de esta ciudad.
R.G.R.