Los habitantes de Cádiz, confinados en la roca sobre la que está edificada su ciudad, han hecho de las ciudades de Chiclana de la Frontera, Puerto Real y Puerto Santa María, sus sitios de refugio, sobre todo en verano. El viaje, por agua, a Puerto de Santa María, dura de promedio, aproximadamente una hora y media, y la relación entre los dos lugares es casi tan constante como entre una gran ciudad y sus suburbios.
Barcos llenos de pasajeros cruzan sin cesar desde el amanecer hasta la puesta del sol. Este viaje no está, sin embargo, exento de peligro con el fuerte viento del este, en verano, o con mal tiempo, en invierno. En la desembocadura del Guadalete, un río que desemboca en la bahía de Cádiz, por el Puerto de Santa María, hay extensos bancos de arenas movedizas, que cada año resultan mortales para muchos.
Los barcos de pasaje están a veces demasiado llenos de gente de todo tipo. Los españoles, sin embargo, no son tan tímidos con los extranjeros como por lo general lo son con sus compatriotas… Coloque dos de ellos, hombre o mujer, por pura casualidad juntos y de inmediato entablarán una conversación…Con el buen tiempo, cuando la parte femenina de la compañía no está preocupada por el miedo o la enfermedad, los pasajeros disfrutan de una especie de alegría bulliciosa, que es afín a los andaluces de todas las clases…
En medio, sin embargo, de la risa ronca y fuerte grito, tan pronto como el barco llega a los bancos, el timonel, alzando la voz con una gravedad parecida a un secretario parroquial, dirigiéndose a la compañía en palabras parecidas a estas. “Oremos por las almas de todos los que han perecido en este lugar”. La dirección piadosa del barquero tiene un efecto sorprendente sobre la compañía: durante uno o dos minutos cada uno murmura una oración privada, mientras que un marinero joven da la vuelta para recoger monedas de cobre de los pasajeros, que son religiosamente gastadas en las misas por la salvación de las almas del purgatorio. Una vez terminada esta ceremonia, los alborotos se reanudaron con el mismo espíritu, hasta el mismo punto de atraque».
Juan Gómez Fernández