Con la abolición, desde mediados del siglo XIX, de los modelos de abastecimiento del Antiguo Régimen basados en el monopolio y la especialización de determinados edificios (los antiguos pósitos, alhóndigas, carnicerías y pescaderías del concejo), los mercados municipales se convertirán en los nuevos centros del abastecimiento de alimentación fresca para un consumo saludable. Al mismo tiempo, con esta forma centralizada se hallaba una manera eficaz de fiscalizar y controlar la producción y los impuestos, de ahí que desde el principio estuvieran monopolizados por los ayuntamientos.
Antaño y hasta esa época, los mercados se celebraban en las plazas y calles donde las mercancías se exponían en el suelo o en pequeños tenderetes, siendo muchas las dificultades para cobrar los correspondientes tributos. Así, desde mediados del siglo XIX, se generalizan en la mayoría de las grandes ciudades españolas los mercados municipales acomodándose los inmuebles en los espacios urbanos destinados tradicionalmente a la celebración de mercados al aire libre.
La plaza o mercado de abastos de ‘La Concepción’ de nuestra ciudad fue mandada a construir en 1873 por el Ayuntamiento con material de la cantera de derribo del Convento de San Antonio de los Franciscanos Descalzos (hoy Plaza de Isaac Peral y Ayuntamiento). Fue en 1868, tras el pronunciamiento de Topete y Prim en la Bahía y el triunfo de la “Gloriosa”, cuando la Junta Revolucionaria Provincial ordenó su desalojo y demolición cumpliendo el amplio plan de desamortización de los bienes de la iglesia, argumentando la carencia de espacios públicos en el centro de la ciudad.
Muchas han sido las reformas, remodelaciones, los cambios de uso y añadidos los sufridos por esta plaza a lo largo del tiempo, que sigue manteniendo el aire primigenio de coso taurino o mismamente de las Aljamas descendientes del pueblo hebreo. A día de hoy sigue manteniendo en su interior una coqueta capilla con un cuadro de la Inmaculada Concepción, inspirado en la obra de Murillo y de considerable dimensión, situada en uno de los corredores del edificio.
Que nuestros mercados y plazas de abastos poseen un indudable valor patrimonial que no debemos despreciar parece hoy día cosa indiscutible. El antropólogo Pedro Cantero, que ha escrito sobre estas cuestiones, señala que ese valor no lo es tanto por la arquitectura en la que se plasman ni por lo que representan para las economías locales –argumentos con los que se justifica en mayor medida el interés patrimonialista para rehabilitarlos y conservarlos–, sino por algo más inmaterial que forma parte de nuestra cultura y que se expresa en las relaciones sociales: el hecho de que sean lugares de intercambio y sociabilidad excepcionales, «fermento que reaviva la frágil ecología urbana».
No obstante, de la decadencia de las plazas de abastos se lleva hablando desde mediados de los años noventa, cuando irrumpieron en el mapa de nuestros pueblos las primeras grandes superficies comerciales. Se dice que ya no es lo que era y lo que se quiere transmitir es que ha perdido la centralidad que antaño ostentaban. Una función económica, pero también una función social como espacio de sociabilidad.
El mercado central es viable en nuestra sociedad si hay voluntad política. Reconocer la riqueza comercial en las ciudades históricas como es El Puerto (el impulso que en algunos lugares nos lleva hasta una plaza de abastos) es un acto patrimonializador en toda regla que no debe caer en el olvido.
MA.M. V
Bibliografía
- CANTERO MARTÍN, P. A. (2004): Los antojos de Hermes. El comercio tradicional en la provincia de Sevilla. Diputación Provincial, Sevilla.
- SEÑO ASENCIO, F. (2013): Acerca del valor patrimonial de los Mercados Municipales y Plazas de Abastos de nuestro entorno / Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna. Sevilla.
- GUTIERREZ RUÍZ, A. (2015): La Capilla del Mercado de Abastos ‘La Concepción’ / A.C. Puerto Guía
- WEB GENTE DEL PUERTO (2015: La Capilla del Mercado de Abastos / Nótula 2.490