Los molinos de aceite o almazaras formaron parte significativa del paisaje de nuestra ciudad hasta fines de la Edad Moderna. La gran transformación de la vinatería que se produce a finales del siglo XVIII y sobre todo el siglo XIX, fue relegando de manera progresiva a la industria de aceite a un papel secundario hasta prácticamente hacerla desaparecer.
En el siglo XVIII El Puerto constituía la tercera ciudad de la provincia en superficie plantada de olivos, por detrás de Jerez y Arcos, y la producción de aceite fue comercializada en especial, aunque no con exclusividad, a la América colonial.
En consonancia con esta importancia del olivo fueron abundantes las almazaras que existieron en la ciudad. En 1752, según el Catastro de Ensenada, se contabilizaban en El Puerto 13 molinos de aceite, los cuales se componían de 15 vigas, y 10 molinetas. De estos molinos 3 pertenecían al clero y el resto estaban en manos de las grandes familias de comerciantes y aristócratas que a su vez eran poseedores de las tierras de olivar.
Así sabemos, por los estudios realizados por J. J. Iglesias, que los Vizarrón Aranibar tenían un molino de dos vigas anejo a su casa, la conocida como casa de las Cadenas; los Reinoso de Mendoza contaban con un molino aceitero en la calle Santa María, y la familia Winthuyssen eran dueños de otro en la Ribera. Por su parte los Rodríguez Cortés, tal y como aparece reflejado en un plano de 1757, poseían otro molino en la actual calle Micaela Aramburu, lindando con el hospital de la Caridad.
Junto con el mecanismo de trituración o primera molienda, el elemento más destacado del molino aceitero era la prensa de viga con su singular y característica torre de contrapeso. Ideada para contrarrestar el empuje de la viga durante la prensada, era de planta cuadrada o rectangular, maciza en su parte superior (castillete), hueca en la parte baja (capilla) y se traslucía al exterior, por lo que a veces a su utilidad práctica se unía un componente estético. Desgraciadamente una de estas torres fue demolida en la calle Pedro Muñoz Seca hace unas décadas. Por su situación es posible que perteneciera al convento de los Descalzos.
Muchas de estas almazaras debieron desaparecer a lo largo del siglo XIX, mientras que otras fueron sometidas a reformas para adaptar sus dependencias a nuevos usos, especialmente bodegas, por lo que no descartamos que todavía puedan encontrarse vestigios de esta ancestral e importante actividad económica.
R.G.R.