Las obras de conducción de aguas a Cádiz desde los manantiales de La Piedad

El problema creado por la falta de buena agua para Cádiz tuvo su final con la creación de la Empresa de Aguas de Cádiz que aprovecharía las de La Piedad para llevarlas a la ciudad.

Es el viajero irlandés John Augustus O’Shea (1839-1905) quien narra en 1887 la construcción del abastecimiento durante una visita al Castillo de Doña Blanca:

El camino hacia el Castillo de Lady Blanche es como esa Jordania de canciones de negros – «un duro camino para viajar» -, un camino lleno de agujeros, lodazales y enormes rocas, y sin embargo el conductor me dijo que había sido una buena carretera, pero que eso fue en el reinado de la reina Isabel… En las afueras del Puerto pasamos por un cementerio Inglés; me alegra poder decir que está casi deshabitado.

El Castillo de Blanca era un lugar ruinoso, un negocio completo y giramos la cabeza de nuestro caballo un poco salvajemente. Una señal captaron mis ojos que me hicieron mirar fijamente. Un hombre joven y alto, con sus pantalones subidos hacia arriba, estaba vadeando metido hasta las rodillas junto al camino. Vestía un traje de mezcla de Oxford.

-¿Quién o qué es ese señor? Le pregunté al conductor.

-«Un ingeniero inglés,» fue la respuesta. Dejé la calesa, le saludé y le pregunté si le gustaba la fiebre reumática. Se echó a reír, y pronunció la palabra «deber». Una pequeña palabra, pero con mucho significado. Un ingeniero español nunca hubiera hecho esto, que son magníficos en las oficinas y en la delineación en el papel, pero rara vez meten manos a la obra, y mucho menos sus pantalones para trabajar fuera de las puertas como el joven inglés estaba haciendo.

Establecí relación y él de buena gana accedió a enseñarme las obras para la que fue contratado y que tenían como destino el abastecimiento de agua a Cádiz. En Inglaterra el agua se obtiene demasiado fácil para ser estimada por su valor útil. En Cádiz es un producto comercializable. Incluso los loros allí gritan «agua».

Unas galerías habían sido excavadas en todas las direcciones de la tierra que la empresa había comprado, y las bombas y los motores estaban a punto de ser levantados para elevar el líquido recogido allí hasta los depósitos que tienen excavados en las colinas superiores.

Sé muy poco de los aspectos técnicos de la ingeniería, pero he visto lo suficiente de este trabajo para tener la certeza de que estaba bien y fielmente realizado, y he oído tanto de la escasez de agua en Cádiz para estar convencido de que será de una gran ayuda cuando haya terminado. Los embalses se construyen con columnatas, sostenidos por pilares de sillería y la cubierta de escombros, para que el agua esté a la sombra del sol en este clima tan cálido…

A medida que caminaba sobre los sombríos pasillos, el eco multiplicaba cada sílaba que pronunciaba, la repetición del sonido es tan nítida como en la galería de los suspiros de St. Paul, y yo no podía dejar de comentar, «¡Qué espléndida cueva de ladrones sería!»

Los únicos tubos que podrían sonar aquí son los de los de las tuberías de agua, dijo sonriendo el ingeniero; «tenemos la intención de llevarla de aquí a Cádiz, a veintiocho millas de distancia. En términos generales, estamos a unos noventa pies por encima del nivel del lugar, de manera que el edificio más alto puede ser suministrado con facilidad».

Los romanos fueron los benefactores de muchas partes de esta tierra seca de España; construyeron acueductos que aún están en uso, pero ellos descuidaron a Cádiz. La ciudad ha dependido de estos manantiales de La Piedad para su suministro de agua, excepto las caídas del cielo, durante 300 años, y los intentos de obtener agua de pozos o perforaciones en la zona han fracasado invariablemente.

El agua que se encuentra en esta cuenca, se obtiene por capilaridad en los estratos permeables a través de los cuales se absorbe hasta el duro estrato impermeable y allí se mantendrá para siempre como una reserva natural. Es excelente en calidad, limpia y espumosa. El Puerto se ha suministrado desde este lugar desde tiempo inmemorial y ha sido tan bien abastecido que podía permitirse el lujo de vender a Cádiz su superávit.

Con un capital inglés y una empresa poniendo nueva vida a las viejas colinas y arrebatando la preciada bebida de su seno, que los ingenieros poco cualificados perderían, Cádiz debe tener motivos para bendecir a la empresa extranjera que alivia su sed. Agua virgen clara, como por supuesto saldrá de los túneles para burbujear en las fuentes gaditanas, es el mayor lujo de la vida aquí. «Agua fresca, fría como la nieve», es la mejor bienvenida a los gritos del verano y la temperatura hace que España sea tan devota del líquido incoloro que la templanza del profesor de Gough y sus iguales la llaman cerveza de Adán, como siempre el carretero de Londres estaba en el Barclay’s Entire.

Éxito, pues, para la Empresa de Aguas de Cádiz brindamos en la ladera de la colina de la «Piedad», que tan fecundo bien estaba haciendo; bebimos un traguito de la propia naturaleza con la esperanza de que Forrest o su colega nos ayudarían con la cosecha de las abundantes parras por las que el distrito es famoso cuando bajemos a la compañía agradable de la colonia inglesa de abajo.

Juan Gómez Fernández

Torre de Doña Blanca

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